1.- Principios generales de la Pastoral Penitenciaria
La Pastoral Penitenciaria pretende anunciar a Jesucristo en la dura realidad de exclusión de las personas penadas privadas de libertad. Desde el primer momento de la historia de la Iglesia, la preocupación por las personas encarceladas nunca fue ajena. “Acordaos de los presos como si estuvierais presos con ellos”. Así nos interpela un significativo texto de la Carta a los Hebreos (Hb 13,3). (En la cárcel y vinisteis a verme, Carta pastoral del Arzobispo de Santiago a los internos e internas del Centro Penitenciario de Teixeiro en el Año Jubilar Extraordinario de la Misericordia, noviembre de 2015).
Nadie nace en la cárcel, ni tiene allí su casa, ni debe terminar sus días en ella. Tampoco la prisión es sufrida exclusivamente por el preso, atrás quedan sus familias, y por supuesto, las víctimas. Todo este sufrimiento no puede ser ajeno a la comunidad cristiana. Por otra parte, la Iglesia aprecia la labor de las personas que dedican su esfuerzo profesional a la reinserción en la sociedad de los penados, que en muchas ocasiones han sufrido una extrema exclusión social que los ha empujado a la delincuencia.
Dentro de la prisión la Iglesia se esfuerza por llevar el Evangelio celebrando la fe y administrando los sacramentos. Los voluntarios animan las celebraciones o imparten catequesis, realizan actividades de apoyo educativo, pequeñas labores de asistencia social y asesoría jurídica, y posibilitan espacios de escucha.
El horizonte hacia el que pretendemos avanzar es realizar una tarea de evangelización a partir de la atención a la población penitenciaria y promoviendo procesos de acompañamiento atendiendo a las diferentes dimensiones humanas. Además, la Pastoral desea dirigir su atención a los funcionarios, en su difícil labor, a las familias, que también sufren pena, y el desafío de poder un día llegar a las víctimas desde una propuesta de justicia restaurativa. Por ello el medio por el que apostamos es un trabajo de equipo, interdisciplinar, que a su vez refleje la comunión eclesial, en una comunidad diocesana en camino de sinodalidad y corresponsabilidad.
En este sentido, nuestro grupo diocesano busca con su constitución canónica incorporarse al proyecto de la Pastoral Penitenciaria española, superando el viejo modelo de la atención de las capellanías penitenciarias, vinculando nuestra labor a la misión pastoral diocesana. Se trata de superar también lo que sería una mera pastoral carcelaria, teniendo en cuenta que la cárcel es una etapa transitoria, que debe ser cauce para un proceso de inserción social y reeducación. En este sentido nuestro horizonte debe partir de la prevención y orientarse a una verdadera inserción incluyendo procesos de crecimiento personal que no acaben frustrándose al terminar la reclusión.
¿Por qué la Iglesia se siente concernida por lo que ocurre antes, durante y después de estar un hombre o una mujer encarcelados? La respuesta es sencilla. El Concilio Vaticano II nos señala en su Constitución pastoral Gaudium et spes que “es la persona humana la que hay que salvar. Es la sociedad humana la que hay que renovar. Es, por consiguiente, el hombre; pero el hombre todo entero, cuerpo y alma, corazón y conciencia, inteligencia y voluntad, quien es el objeto central del quehacer pastoral de la Iglesia” (GS 3) (…) se trata de prestar un servicio integral a la persona, teniendo en cuenta sus necesidades materiales y sus exigencias intelectuales, morales, espirituales y religiosas, sin excluir a nadie de su solicitud pastoral (Carta pastoral En la cárcel…).
El desafío es visibilizar el mundo de la prisión, como la parte más dura de la exclusión social, creando una sensibilidad en nuestro entorno social, y por supuesto en el eclesial. La labor penitenciaria no es una mera asistencia social que también se podría dejar a otros, sino una misión en el corazón del evangelio y en contacto con nuestras propias raíces. Un verdadero lugar de evangelización, y una labor que pertenece a toda la comunidad diocesana, como nos recordó nuestro Sr. Arzobispo: Desde los orígenes del cristianismo, la Iglesia ha sido muy sensible a la situación de los hombres y mujeres privados de libertad y a las condiciones innegociables de respeto a su dignidad en que debe desarrollarse la ejecución de las sentencias penales. Sabe que con independencia de nuestras culpas, “en la naturaleza humana nunca desaparece la capacidad de superar el error y de buscar el camino de la verdad”. Hoy brinda atención pastoral a estas personas privadas de libertad a través de la Pastoral Penitenciaria y sus capellanías, a las que ha incorporado un voluntariado cualificado y generoso que trata de responder a las necesidades de las personas y que aspira a que el triste camino que los condujo a la prisión no se vuelva a recorrer jamás (En la cárcel…).
La celebración este año del Jubileo compostelano es una bella ocasión para renovar nuestro compromiso con los últimos, recordar que la Iglesia es signo de esperanza en donde el ser humano sufre, poner de manifiesto los grandes valores que el Evangelio ofrece, como pueden ser el perdón, la conversión, la fe en el cambio personal, y la necesidad de construir una sociedad que ofrezca oportunidades.
2.- Objetivos de la Pastoral Penitenciaria
a) General:
Desarrollar la Pastoral Penitenciaria como presencia de la Iglesia y signo de esperanza en el lugar del dolor de la prisión y privación de libertad.
En esta Carta Pastoral quiero invitar con premura a las comunidades cristianas para que se responsabilicen de sus presos, a visitarles, estar atentos a las necesidades que tienen, a las de sus familias que sufren con ellos una pena no menor, y a procurarles siempre los medios para rectificar el rumbo. La pastoral penitenciaria no es sólo responsabilidad de la capellanía que disponiblemente trabaja en la cárcel. Es una auténtica responsabilidad diocesana que se fundamenta en el mismo relato de juicio final, en el que el Señor mismo se ha puesto en el lugar de la persona encarcelada (En la cárcel…).
Objetivos específicos:
1º.- Acercar la realidad del preso, y de la privación de libertad, a las comunidades cristianas.
2º.- Contribuir a una mayor sensibilidad social hacia los procesos de inserción y la lucha contra la exclusión, visibilizando la realidad penitenciaria.
3º.- Colaborar con la Administración penitenciaria en su objetivo constitucional de inserción, y prestar una atención hacia los funcionarios en el desempeño de su difícil labor.
b) General:
Promover procesos de liberación personal acompañando el camino de los presos hacia la recuperación de su libertad.
Esforzarse en que los egresados no vuelvan más a la cárcel y se incorporen de manera normalizada a la sociedad, y queden niveladas sus asimetrías (responsabilización plena, superación de los déficits sociales y las adicciones, fidelización al tratamiento los enfermos mentales, etc) constituye una exigencia ineludible del sistema penitenciario y una responsabilidad social de todos, también de la Iglesia católica (En la cárcel…).
Objetivos específicos:
1º.- Atención religiosa a los presos católicos facilitándoles el acceso a los sacramentos.
2º.- Anuncio de Jesucristo y acompañamiento personal de los presos en su espiritualidad.
3º.- Atender a la promoción social de las personas luchando contra las carestías educativas, sanitarias, afectivas y socioeconómicas.
4º.- Apoyar la labor de la Pastoral mediante el asesoramiento jurídico.
5º.- Aprobación del convenio con la Xunta y presencia de la Iglesia en los centros reeducativos de menores.
6º.- Atención preferente a la problemática específica de la mujer reclusa, que sufre por su condición una doble condena.
Medios:
– Conformarnos como verdadera comunidad eclesial, en la que se viva la experiencia del voluntariado como ocasión de evangelizar y ser evangelizados.
– Consolidar el equipo de voluntarios mediante la coordinación y la formación, buscando la interdisciplinaridad, y el intercambio de carismas.
– El apoyo de la Diócesis, a través de la presencia cualitativa del capellán y sacerdotes asociados, así como de los valores de la vida religiosa.
– Continuar la colaboración con la Cáritas diocesana.
– Incrementar las relaciones con las parroquias para abrir nuestra labor a las comunidades y profundizar en los procesos de acompañamiento en la libertad.
– Proseguir la cooperación con la Diócesis de Mondoñedo-Ferrol, invitándoles a participar dentro de nuestro equipo, teniendo en cuenta el porcentaje importante de reclusos procedentes de la comarca de Ferrol.
3.- Estructuración de la Pastoral Penitenciaria
A) Áreas de intervención:
Área religiosa:
– Realizar la asistencia religiosa y la celebración de los sacramentos.
– Ofrecer un itinerario de iniciación catequética y el acompañamiento personal en la fe.
– Atender al cuidado de la dimensión espiritual de los reclusos desde una perspectiva ecuménica e interreligiosa, dada la pluralidad de la población penitenciaria.
Área social:
– Desarrollo de las diferentes actividades educativas y talleres, así como los servicios de ayuda a los presos sin recursos, posibilitando un crecimiento humano.
– Atención a la continuidad de los procesos de inserción social a la salida de la prisión.
Área Jurídica:
– Oferta de asistencia jurídica a los internos con el apoyo de voluntarios juristas, supliendo las carencias de esta atención por parte de la Administración.
– Cultivar la formación jurídica del voluntariado.
B) Distribución de Responsabilidades:
Delegado:
– Coordina el trabajo de las diferentes áreas, y la vinculación entre la atención pastoral dentro del centro penitenciario, y el acompañamiento exterior.
– Dirige la labor del voluntariado y cuida su formación.
– Promueve la presencia de la Pastoral en la comunidad diocesana.
– Vincula al equipo diocesano con la Pastoral penitenciaria española.
– Representa a la Pastoral y asume la sensibilización hacia la realidad penitenciaria en nuestro medio social.
– Establece la relación con otras entidades y asociaciones que actúan en nuestro ámbito.
Capellán:
– Coordina la labor del área religiosa y al voluntariado dentro de la cárcel.
– Promueve la asistencia en los centros de menores.
– Vincula la Pastoral a la orientación del Sr. Arzobispo, y al presbiterio diocesano.
– Representa a la Pastoral ante la Dirección del Centro.
– Participa con los demás capellanes de Galicia en la programación interdiocesana.
– Cuida la vivencia espiritual del voluntariado.
Coordinador del Área Social:
– Organiza la labor del voluntariado en el ámbito de la promoción social de la persona.
– Coordina la relación de la Pastoral con Cáritas.
Coordinador del Área Jurídica:
– Dirige la labor de asistencia jurídica de la Pastoral.