El 30 de diciembre, se celebró en la SAMI Catedral de Santiago la festividad que recuerda la Traslación del cuerpo del Apóstol Santiago desde Palestina a Iria Flavia.
La Misa Pontifical fue presidida por el Sr. Arzobispo, que estuvo acompañado por su Obispo Auxiliar, el Sr. Cardenal Arzobispo emérito de Madrid y el Arzobispo emérito de Tánger.
Entre los sacerdotes concelebrantes se encontraban el Superior para Europa de los Siervos de la Caridad (PP. Guanellianos); el P. Provincial de los PP. Franciscanos, el Vicario de la Delegación del
Opus Dei en Valladolid, así como sacerdotes diocesanos y sacerdotes de las otras diócesis gallegas, además de los miembros del Excmo. Cabildo Catedralicio.
Antes de la homilía, el Sr. Alcalde de Santiago de Compostela, que actuaba como Delegado de Su Majestad Felipe VI, pronunció la Ofrenda Nacional. Entre las autoridades presentes estaban la Ministra de Industria, Comercio y Turismo; el Presidente del Parlamento de Galicia; el General Jefe del Mando de Apoyo a la Maniobra, los Vicepresidentes de la Xunta de Galicia, así como otras autoridades civiles, judiciales, militares y académicas.
HOMILÍA DEL SR. ARZOBISPO
Excmo. Sr. Delegado Regio Hermanos en el Episcopado. Miembros del Cabildo Metropolitano. Autoridades
Sacerdotes, Vida Consagrada y Laicos Miembros de la Archicofradía del Apóstol Radioyentes y televidentes. Peregrinos
En la celebración de esta fiesta tan propia de nuestra Archidiócesis damos gracias a Dios, conscientes de la importancia del Año Santo Compostelano, que seguiremos celebrando gracias a la benevolencia del Papa Francisco, “un tiempo de gracia y de perdón”, para responder a la llamada a la santidad y conformar la vida con Cristo, recordando a creyentes o no creyentes que Cristo revela al hombre el propio hombre y le descubre la dignidad de su vocación (LG, 21).
Sentido de la peregrinación cristiana
Muchas personas, buscando fortalecer su fe, peregrinan con el deseo de iluminar su oscuridad en la que se había perdido la conciencia de Dios y de la dignidad humana1. En esta experiencia han percibido que caminar en la luz es amar a Dios quien nos ha creado, glorificar a Cristo que nos ha redimido, ser sencillos de corazón y ricos de espíritu, no seguir las sendas de la cultura de la muerte, erradicar malos propósitos y no permitir que la insolencia domine nuestra alma2.
Sabiduría de este mundo y de Dios
En una sociedad plural el cristiano no puede replegarse sobre sí mismo o defender agresivamente la propia identidad. Alejarse para distinguirse no es bueno. La identidad cristiana comporta siempre un contraste vivo con las actitudes de quienes se acomodan a las realidades de este mundo y se rigen por el saber humano y no por la sabiduría de Dios. “Brille vuestra conducta, dice el Señor, de forma que viendo vuestras buenas obras, glorifiquen al Padre que está en los cielos” (Mt 5,16). “No tenemos aquí ciudad permanente sino que andamos en busca de la venidera” (Heb 13,14), con paciencia y perseverancia, conscientes de que habrá siempre personas que reaccionarán contra los mensajeros de la Buena Nueva de Jesús. Así se constata ya en los primeros momentos del cristianismo. “¿No os habíamos prohibido predicar en nombre de ese?”. No olvidemos que “sin esa aspiración a la verdad, a la justicia y a la libertad, el hombre se
1 Cf. BENEDICTO XVI, Homilía al comienzo de su Pontificado.
2 Cf. Carta de Bernabé (Miércoles de la XVIII Semana del T.O.)
perdería a sí mismo”. Nuestro testimonio será sólo el modo en que hagamos visible esa aspiración. La ideología lleva al agnosticismo y a la perdida de la conciencia moral cristiana y de nuestro patrimonio común. “Por eso, escribe san Pablo, sabiendo que Dios en su misericordia nos ha confiado este ministerio, no nos desanimamos. Al contrario, evitamos los silencios vergonzosos, el proceder con astucia y el falsificar la palabra de Dios. Y ante el juicio que puedan hacer los demás delante de Dios, nuestro testimonio consiste en proclamar abiertamente la verdad… Pues no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Cristo Jesús, Señor” (2Cor 4,1-5).
En nuestra cultura no debemos confundir la inquietud del corazón con la ansiedad desnortada, ignorando nuestra meta: “Nos hiciste, Señor para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti”. Es la voluntad de Dios y no nuestros deseos la que nos tiene que orientar3, viviendo con altura espiritual, no encerrándonos en nuestras propias contradicciones, y reconociendo nuestros límites y posibilidades. “La cuestión sobre Dios se despierta en el encuentro con quien tiene el don de la fe, con quien tiene una relación vital con el Señor”4. La fe no podemos reconducirla a categorías puramente racionales y naturalistas.
El pasaje de la Transfiguración de Jesús en el monte Tabor nos habla de su presencia. Los apóstoles, entre ellos Santiago, estaban asustados. Se dice que Pedro no sabía lo que decía. No había dicho
3 BENEDICTO XVI, Homilía en la plaza del Obradoiro, 6 de noviembre de 2010.
4 BENEDICTO XVI, Mensaje al Pontificio Consejo para los Laicos, 25 de noviembre de 2011
nada inconveniente. Había expresado el deseo de continuar viviendo una situación gratificante en el monte Tabor. ¡Cuánto mejor se estaba allí y no soportando menosprecios y agobios en el seguimiento de Cristo! Nos pasa a nosotros, cuando renunciamos a la esperanza de un mundo mejor y no bajamos a la llanura donde a veces cuesta respirar. La voz del Padre nos dice: “Este es mi Hijo, el elegido, escuchadlo”. La Palabra de Dios ilumina cada día un camino a veces gris y otras veces oscuro. Pero Jesús no está lejos, se nos acerca en un mundo de soledades, nos coge de la mano cuando estamos a punto de hundirnos en las olas de la propia vida, como le sucedió a Pedro en el mar, diciéndole: “Hombre de poca fe, ¿por qué has dudado?”. Jesús siempre se compadece. Debemos escuchar el testimonio de los apóstoles.
“Nuestro hoy” y “el hoy eterno de Dios”
El Apóstol Santiago nos remite a la fe, que necesitamos reavivar para acercar “el hoy contemporáneo” al “hoy eterno de Dios”, referencia central en nuestro modo de ser y de actuar. Esto exige disponibilidad plena al querer de Dios y la humilde intrepidez para aceptar el honor del rechazo o de la acogida que libremente los hombres pueden tener en relación a Cristo, llevando la alegría del Evangelio allí donde estemos.
“Mediante a fe, somos introducidos no misterio do amor de Deus. Somos abrazados, dalgún xeito, por El, transformados polo seu amor”. Ignorar a Deus é destruír a condición do home, xa que o home non pode subsistir pois necesita unha resposta que el mesmo non se pode dar. “Só quen conserva no corazón o santo ‘temor de Deus’ ten confianza tamén no home e emprega a súa
existencia en construír un mundo máis xusto e máis fraterno”. Hoxe necesítanse persoas que sexan ‘crentes’ e ‘cribles’, dispostas a difundir en cada ámbito da sociedade eses principios e ideais cristiáns e ser no medio dos homes presenza de Cristo. No medio da crise sanitaria, económica e psicolóxica que nos afecta e da que falaba o Sr. Oferente, habemos de recuperar a confianza, situándonos nun horizonte moral, pois a desconfianza fai inviable a nosa convivencia, sentíndonos atenazados pola sospeita e polo medo que nos permiten sobrevivir pero nos empequenecen nas diferentes dimensións da nosa vida. É urxente recuperar o sentido transcendente da vida, a visión de futuro, a corresponsabilidade, e a fraternidade que fundamentan a confianza nos distintos ámbitos da vida. Non podemos construír unha sociedade diferente con xente indiferente. Hai problemas que non poden resolverse sen a achega do pensamento relixioso.
Súplica coa intercesión do Apóstolo
Con confianza poño sobre o Altar, co Patrocinio do Apóstolo, a vosa ofrenda, Excmo. Sr. Delegado Rexio, tendo en conta as intencións do Papa Francisco, das Súas Maxestades e de toda a Familia Real, de todos os que teñen unha responsabilidade política, social e cultural, e de tódolos pobos de España, de xeito especial dos queridos fillos desta terra galega e desta Cidade de Santiago. Encomendo ao amigo do Señor esta querida Arquidiocese Compostelá para que asuma fielmente o compromiso de transmitir con espírito sinodal o legado da nosa fe “de forma que o home poida experimentar a tenrura de Deus, a través das persoas que son o seu corpo misterioso, testemuñas neste momento da historia desa mirada capaz de abrazar todo o humano”. Coa intercesión do
Apóstolo Santiago pido pola Vosa Excelencia, Sr. Oferente, a súa familia e os seus colaboradores. ¡Que o novo Ano dous mil vinte e dous estea cheo de bendicións! Amén.