¡Podríamos ser cada uno de nosotros…!
En este mes de enero la Iglesia ha programado la Jornada Mundial de Migrantes y Refugiados. Es esta una realidad muy viva y generalizada en la actualidad cuando un día sí y otro también es noticia la llegada de estas personas y la muerte de no pocas, adultos, jóvenes y niños, en su intento de vislumbrar nuevos horizontes donde encontrar unas condiciones de vida más humanas, huyendo en no pocas ocasiones de las situaciones bélicas que viven sus países.
Estas circunstancias no nos pueden ser nunca ajenas. Todo lo que afecte a los demás, ha de ser motivo de nuestra preocupación humana y cristiana. Ante esto debemos preguntarnos cómo nos gustaría a nosotros que nos recibieran si nos encontrásemos en su misma condición. No olvidemos que Cristo nos dice que hagamos a los demás lo que nosotros desearíamos que hicieran con nosotros.
Preocupación del papa Francisco
El Papa en su mensaje para esta Jornada manifiesta que esta ha sido una inquietud suya desde el comienzo de su Pontificado y nos ofrece lo que podríamos denominar la gramática de la simplicidad que no es simplismo para discernir la forma de conducirnos ante esta realidad. Nos dice que tenemos que conjugar cuatro verbos para dar respuesta a las preguntas que podemos hacernos ante los Migrantes y Refugiados: “Acoger, proteger, promover e integrar”.
Acoger, dice el Papa, “significa ante todo ampliar las posibilidades para que los emigrantes y refugiados puedan estar de modo seguro y legal en los países de destino”. Proteger conlleva defender los derechos y la dignidad de estas personas. Promover es darles la posibilidad de realizarse en todas las dimensiones de la persona: religiosa, socio-laboral y cultural. Integrar, subraya el Papa, conlleva “la necesidad de favorecer la cultura del encuentro, multiplicando las oportunidades de intercambio cultural, demostrando y difundiendo las buenas prácticas de integración, y desarrollando programas que preparen a las comunidades locales para los procesos integrativos”.
Compromiso social y político
La comunidad eclesial se siente comprometida en la respuesta a esta situación pero debe ser también un compromiso de la sociedad civil y política facilitando todos aquellos trámites necesarios para que esas personas puedan contar con las condiciones legales. Es necesario guiarnos por los principios de la solidaridad, subsidiaridad y responsabilidad. Comprobamos la urgencia de construir una sociedad adulta y amigable en la que se recupere y relance la subjetividad de las personas individualmente o en grupo, es decir, se tengan en cuenta a las personas, recuperando la moralidad en nuestras actuaciones y evitando que los valores se transformen en simples gustos. Esta es la premisa irrenunciable para poder llegar a opciones sociales, políticas y legislativas que mejoren nuestra convivencia a la hora de acoger, proteger, promover e integrar a los migrantes y refugiados.
Compromiso diocesano
También nuestra diócesis se siente concernida en el ofrecimiento de la hospitalidad a estas personas. Es relevante la labor que están haciendo la Caritas diocesana, las caritas interparroquiales y las parroquiales, aunque no debemos olvidar que todo punto de llegada se convierte para el quehacer caritativo-social en un punto de partida. La doctrina social de la Iglesia es un buen trampolín para lograr esa armonía social.
Considero que hoy Europa, España, nuestra Autonomía y por supuesto nuestra Archidiócesis deben ser realidades abiertas y acogedoras, que realicen en la actual globalización no sólo formas de cooperación económica, sino también religiosa, social y cultural, y que acrecienten día a día el espíritu solidario y fraterno, si de verdad queremos lograr una convivencia justa y pacífica donde las personas encuentren lo necesario para vivir dignamente. ¡Mirémonos en el espejo de estas personas para darnos cuenta de lo que podemos ofrecer y de lo que podemos necesitar!
Os saluda con afecto y bendice en el Señor.
+ Julián Barrio Barrio,
Arzobispo de Santiago de Compostela.