XXV Aniversario de la Ordenación Episcopal de Mons. Julián Barrio Barrio, Arzobispo de Santiago de Compostela
a) Crónica
El 7 de febrero del año en curso, Mons. Julián Barrio Barrio, Arzobispo de Santiago de Compostela, recibió un cálido homenaje con motivo de la celebración de los 25 años de su ordenación episcopal, que recibió de manos de Mons. Antonio María Rouco Varela, Arzobispo de Santiago de Compostela, en la SAMI Catedral.
Los actos comenzaron con la celebración de la Misa de Acción de Gracias en la Catedral de Santiago, presidida por el Sr. Arzobispo, al que acompañaban su Obispo Auxiliar, Mons. Jesús Fernández González, coordinador de los actos, Mons. Blázquez, Cardenal Arzobispo de Valladolid y Presidente de la Conferencia Episcopal – y que había sido Obispo Auxiliar de Santiago-; Mons. Rouco, Cardenal Arzobispo Emérito de Madrid, consagrante principal de Mons. Barrio el día de su ordenación episcopal; Mons. Ferreira da Costa, Arzobispo de Braga; los Sres. Obispos de la Provincia Eclesiástica de Santiago: Mons. Quinteiro, Obispo de Tui-Vigo; Mons. Carrasco, Obispo de Lugo; Mons. Lemos, Obispo de Ourense; y Mons. de las Heras, Obispo de Mondoñedo-Ferrol; Mons. Sánchez, Obispo de Santander; y Mons. Diéguez, Obispo Emérito de Tui-Vigo. Los sacerdotes concelebrantes se acercaron a los 300. También estaban presentes los seminaristas del Seminario Mayor y el Seminario Menor en pleno. A ellos se sumaron numerosos miembros de la Vida Consagrada y laicos que llenaron las naves de la Basílica. Ocuparon un sitio reservado, la familia del Sr. Arzobispo.
Al finalizar la Eucaristía, tuvo lugar un Acto Académico en el Salón de Actos que la Fundación Abanca tiene en la calle Preguntoiro de Santiago. Este acto fue conducido por D. Manuel Ángel Blanco Vázquez, Delegado Diocesano de Medios de Comunicación, que fue dando paso a los intervinientes en el mismo, cuyas intervenciones se reproducen más adelante. Tomaron la palabra el Sr. Obispo Auxiliar, D. Isidro García Tato y D. Francisco Buide del Real. Antes de que el Sr. Arzobispo cerrase el acto, se proyectó un vídeo en el que se recorría la vida del Sr. Arzobispo, con testimonios de personas muy cercanas a él, y, se le hizo entrega de un regalo de la Diócesis como recuerdo de este día. El regalo fue un cuadro del Apóstol Santiago, realizado por D. Manuel Quintana Martelo. D. Daniel Lorenzo Santos, canónigo, fue el encargado de ofrecer una explicación sobre las características y el significado de la obra, que fue entregada al Sr. Arzobispo, en nombre de la Archidiócesis Compostelana, por el Sr. Obispo Auxiliar y el Sr. Vicario General.
La jornada finalizó con un almuerzo en el Seminario Mayor en el que participaron los Sres. Obispos presentes, miembros del Presbiterio Diocesano, los Delegados Diocesanos, miembros de la Vida Consagrada, miembros del Consejo Pastoral, los seminaristas mayores, así como la familia y personas cercanas al Sr. Arzobispo.
También la revista diocesana “Barca de Santiago” se quiso unir a este homenaje, y publicó un número especial en el que participaron numerosos colaboradores que glosaron la vida de Mons. Barrio, así como su labor pastoral a lo largo de estos 25 años de ministerio episcopal en la Archidiócesis Compostelana.
b) Homilía del Sr. Arzobispo en la Eucaristía de Acción de Gracias en el XXV aniversario de su ordenación episcopal.
Hace veinticinco años, en oración, en esta Iglesia Catedral recibía el ministerio episcopal por la imposición de manos de D. Antonio María Rouco entonces Arzobispo de esta Iglesia compostelana. Con todos vosotros doy gracias a Dios por estos años de ministerio episcopal en los que he ido experimentando que el Señor enriquece la pobreza y fortalece la fragilidad, recordando que es Él quien me ha elegido (Jn 15,16). Y en esta conciencia me doy cuenta de la gran desproporción entre el don que he recibido y mi condición humana. Hoy llego con esta ofrenda, agradeciendo al Señor que me hace digno de servirle en su presencia, pidiéndole mantener la fidelidad y cantar su misericordia de la mano de la Virgen María, reina de los apóstoles.
En nuestra peregrinación terrena percibimos que estamos llamados a la eternidad y a la santidad. En esta perspectiva entendemos la espiritualidad específica del ministerio recibido, que hemos de encarnar en nuestra existencia con la valentía del apóstol Santiago, el primero entre los apóstoles que bebió el cáliz del Señor. Si la vida humana está envuelta en el misterio, la vida del obispo y del sacerdote es una concentración de misterio. Es posible vivirla solamente a la sombra de la fe, envueltos a veces en el silencio de Dios pero dejando todo en sus manos como administradores de sus misterios. Así dirá san Pablo: “Para mí lo de menos es que me pidáis cuentas vosotros o un tribunal humano; ni siquiera yo me pido cuentas… Mi juez es el Señor. El iluminará lo que esconden las tinieblas y pondrá al descubierto los designios del corazón; entonces cada uno recibirá de Dios lo que merece”. Esto nos motiva a buscar sobre todo el reino de Dios y su justicia, y no el propio bienestar material o incluso espiritual. Los buenos siervos no trabajan para aumentar su caudal personal sino para acrecentar la propiedad del Señor. Y esto sin especular de antemano con el salario, pues éste está escondido en el dejarlo todo pues “lo demás se os dará por añadidura”, dice Jesús.
En contra de lo que le manifiesta su experiencia de pescador, Pedro obedece la orden de echar las redes para pescar. “En tu Palabra, Señor”. Pero entonces se da cuenta de la distancia insuperable: “Apártate de mí, Señor, que soy un pecador”. Ninguna misión auténtica puede renunciar a la experiencia de la distancia entre la persona y Dios, de quien procede la misión. En el vacío de esta distancia da Jesús a Pedro la misión de ser pescador de hombres. Y además le quita el miedo que sólo sería un obstáculo para el cumplimiento de la misma. La misión de ser pescador de hombres es para Pedro tan desproporcionada con respecto a su yo que el miedo no tendría ningún sentido. Aquí sólo cabe obedecer en silencio: “Ellos sacaron las barcas a tierra y dejándolo todo le siguieron”.
Neste convencemento hoxe quero dar grazas a Deus, sendo moito o que teño que agradecerlle nestes vinte e cinco anos de ministerio episcopal. Isto lévame a facer unha confesión de vida pensando naquilo que desexase que non tivese lugar na miña vida diante de Deus, o que poño ante El e a Igrexa para ser curado pola graza. É momento dunha confesión de fe na certeza de que Deus, no seu amor, me acolle. Canto me alegraría poder dicir como San Paulo: “Estiven convosco, e nada teño que dicirvos pois ben sabedes o que fixen e o que deixei de facer. Servín ao Señor con bágoas e con toda humildade”. Isto foi o meu propósito, consciente de que soamente podería servir á Igrexa e aos meus diocesanos se lograba servir ao Señor. Quen moito ama, moito sofre e moito goza. Quen pouco ama, sofre menos e goza menos. Lembro aquelas palabras de Santo Agostiño: “Se me amas non penses en apacentarte a ti mesmo, senón ás miñas ovellas; apacéntaas como miñas non como túas; busca a miña gloria nelas, non a túa; a miña propiedade, non a túa; os meus intereses, e non os teus”. Os que apacentan as ovellas coa disposición de que sexan súas e non de Cristo demostran que se aman a si mesmos e non a Cristo. Quen entra en comuñón con El xa participa na vida que non coñece termo. “Xesús Cristo é o noso camiño cara á casa do Pai e tamén cara a cada home a quen lle dá a súa luz e forza para que poida responder á súa máxima vocación”.
O ministerio compromete de modo total. Non ceso de experimentar asombro e agradecemento pola gratitude con que o Señor me escolleu, pola confianza que deposita en min, polo perdón que nunca me nega e pola oración e colaboración que sempre encontrei nos sacerdotes, membros da vida consagrada e laicos da Diocese. Queridos irmáns e irmás, damos grazas ao Señor porque é bo, e eterna a súa misericordia. Que a Raíña dos Apóstolos e Santiago Apóstolo intercedan para que esta Igrexa diocesana sexa un testemuño de Cristo, Bo Pastor, no medio da nosa sociedade. Amén.
c) Carta de Su Santidad el Papa Francisco al Sr. Arzobispo1
AL VENERABLE HERMANO
JULIÁN BARRIO BARRIO
ARZOBISPO METROPOLITANO COMPOSTELANO
Con nuestro afecto y estima te acompañamos, Venerable Hermano, en la preparación del jubileo de plata de tu episcopado, que celebrarás el día 7 del próximo mes de febrero. Con ocasión de tan oportuna efeméride queremos manifestarte nuestra cordial felicitación a través de esta carta, que recuerda tu actividad llevada a cabo en varios lugares.
Con el fin de prepararte espiritual e intelectualmente para el sacerdocio en tu juventud realizaste con aplicación los estudios en el Seminario Asturicense y en la Universidad Salmanticense. Ordenado sacerdote para tu diócesis nativa Asturicense, proseguiste los estudios de Historia de la Iglesia en la Pontificia Universidad Gregoriana y después los de letras en la de Oviedo. En tu diócesis realizaste una incansable labor pastoral, desempeñando también los cargos de profesor y rector del Seminario al mismo tiempo que colaboraste con asociaciones y órdenes.
El 31 de diciembre del año 1992 San Juan Pablo II te nombró obispo titular de Sasabe y auxiliar de la comunidad eclesial de Compostela. El mismo pontífice tres años después te promocionó a la misma sede arzobispal.
Conduciendo a los fieles confiados a tu cura pastoral por las sendas del Evangelio, demostraste celo apostólico y fidelidad al Magisterio de la Iglesia. Con entusiasmo afrontaste varios problemas, ofreciendo ayuda a todos, sobre todo a los sacerdotes y a los necesitados de un cuidado especial.
El año 2012 convocaste el sínodo para activar una labor conjunta más intensa en la archidiócesis y proseguir la labor misional. Recordamos también tu participación en la Conferencia Episcopal Española en las Comisiones de Seminarios y Universidades y en la de Apostolado Seglar.
Por todo ello, con gusto te felicitamos en el feliz día en que celebrarás el jubileo de tu episcopado en compañía de todos tus seres queridos. Con la invocación del Apóstol Santiago te impartimos afectuosamente la Bendición Apostólica, que compartirás con el clero y los laicos de tu grey, al mismo tiempo que os rogamos oraciones para que podamos cumplir sin descanso la muy pesada responsabilidad Petrina.
Dado en el Vaticano el día 30 del mes de enero del año 2018, quinto de nuestro pontificado.
Francisco
d) Intervención del Sr. Obispo Auxiliar al comienzo del Acto Académico
Sr. Arzobispo:
Nos convoca Vd.; porque para homenajearle a Vd. venimos. Siguiendo el llamado discurso de agradecimiento de Gregorio el Taumaturgo: “No está bien evitar el elogio por miedo a que nuestra gratitud no corresponda a los beneficios recibidos. Por el contrario, debemos intentarlo con audacia aunque no estemos a la altura. Quizás nuestro discurso no alcance la perfección, pero al menos escaparemos a la ingratitud, porque es una ingratitud el silencio absoluto bajo el pretexto de incapacidad para mostrar la gratitud en verdad debida”2.
Somos una sinfonía coral: Aquí están los Sres. Cardenales Rouco, su inmediato antecesor en esta Sede, y Blázquez que fue nuestro Obispo Auxiliar; el Sr. Arzobispo de Braga D. Jorge; están los Obispos de la Provincia Eclesiástica D. Luis, D. Alfonso, D. Leonardo y D. Luis Ángel; está también D. Manuel, antiguo obispo de Mondoñedo-Ferrol, Diócesis sufragánea de esta Provincia; ante Vd. también los sacerdotes, diáconos, religiosas y religiosos; así mismo los fieles laicos.
Coral, pues, de afecto, de buenos deseos y de recuerdo de sus 25 años en medio de nosotros. Todos estos sentimientos de gratitud los hemos ofrecido a Dios Nuestro Señor en la celebración eucarística, “fuente y culmen de la vida cristiana”, donde se celebran los grandes temas de la Fe, Creación, Cristo, Iglesia, Sacramento que penetra en esta imagen, que de este modo se convierte también en un símil del ministerio sacerdotal en su condición de ser con Cristo y por Cristo, de estar en la Iglesia y para la Iglesia, de ser Camino hacia el Reino.
En estos 25 años, Vd., Sr. Arzobispo, ha sido un testigo nítido y querido de estas palabras que el Cardenal Ratzinger decía hace 18 años. Y lo ha sido fundamentalmente en su Catedral en Santiago de Compostela. Aquí donde el Apóstol Santiago es Hospedero, Huésped y Patrón, se conserva la luz encendida y aquí miles de hombres y mujeres en los años de su Ministerio Pastoral, vienen a calmar el dolor del alma y a comulgar el cansancio de sus pasos en la vida, en la entrega al camino Espiritual de Santiago, en la Tradición Jacobea.
Vd., Sr. Arzobispo, ha sido generoso receptor de peregrinos y, delicadamente, ha puesto, pone todo su empeño en distinguir las voces de los ecos, y en centrar el fenómeno jacobeo que en los últimos años ha crecido extraordinariamente apoyado en el impulso decidido del Papa S. Juan Pablo II, de sus inmediatos predecesores los Cardenales Quiroga, Suquía y Rouco, y del Cabildo Catedral. En su lúcida, documentada y tenaz presencia en foros de debate, conferencias, entrevistas… También en su acción de gobierno ha trabajo incansablemente por mantener la espiritualidad del Camino frente a una, por otra parte, variada y legítima imbricación de motivos que lo puedan alejar del aliento cristiano que motiva la Peregrinación.
Agradecemos, Sr. Arzobispo, su compromiso pastoral asentado en la humildad del que reconoce que, al tiempo que la Palabra de Dios nos descubre la debilidad de nuestras fuerzas, ella misma nos garantiza el éxito. Sobre la humildad se eleva, pues, una robusta confianza en el Señor. Así lo ha plasmado en su lema episcopal: “In Verbo tuo, Domine”. Y de nuevo nos alecciona cuando dice que la eficacia de la Iglesia no depende de la perfección humana, ni de los programas, depende del Espíritu Santo3. Muchas gracias también, D. Julián, porque esa confianza en Dios y en su Palabra la hace extensiva a las personas sin que ni siquiera las traiciones que ha podido sufrir en algún momento de su dilatado ministerio le hagan desistir.
Muchos nos preguntamos, Sr. Arzobispo, ¿de dónde saca las energías y el tiempo para atender a tantas solicitudes pastorales? Sospechamos que ninguna alborada le ha pillado dormido. Creemos también que Vd., como hábil conductor, sabe encender las luces antiniebla cuando llegan los problemas complejos y difíciles, acertando así a resolverlos con prudencia. En su momento, enciende las luces cortas para analizar la ruta y guiar a nuestra Iglesia en el día a día. Pero también levanta la mirada y dirige los focos al horizonte para vislumbrar, a la luz del Espíritu Santo, hacia dónde va el mundo y hacia dónde debe encaminarse nuestra Iglesia.
Gracias por su testimonio de amor a ella y por recordarnos el debido respeto a su ser misterio, comunión y misión. Gracias también por hacer notorio que su camino debe ser el mismo que recorrió Jesucristo: un camino de pobreza, obediencia, servicio y entrega hasta la misma muerte4 al servicio de los humildes y de los pobres.
Humildad, confianza, entrega, discernimiento, amor a la Iglesia son virtudes y actitudes espirituales y pastorales que le agradecemos y de las que debemos aprender. También de su carácter misionero. En comunión con el Papa Francisco, Vd. pone en valor un modelo de Iglesia no autorreferencial, sino misionera. Desde el principio nos ha recordado que sin misión, en vez de comunión, tenemos uniformidad; que sin misión, tampoco hay unión5.
Por otra parte, también en profunda sintonía con la Iglesia universal, nos ha dejado clara la necesidad de una renovación pastoral, una renovación que ha de comenzar por la conversión personal, que ha de alcanzar al estilo poniendo el acento en la cercanía y el encuentro, así como en la atención a los alejados. Una renovación que deberá transformar también las estructuras pastorales.
No es cuestión de glosar ahora acontecimientos singulares vividos por Vd. en estos años: la conmemoración de la Primera Visita papal y de la Jornada Mundial de la Juventud, la visita de Benedicto XVI, el Congreso Eucarístico Nacional, la Peregrinación Europea de Jóvenes en el 2004, y finalmente, la celebración del Sínodo diocesano. Vd. lo convocó el 12 de octubre del año 2012, fiesta de Ntra. Sra. del Pilar, sin duda tratando de evocar y de pedir a la Madre la misma protección e impulso que en su día ofreció al Apóstol Santiago a orillas del Ebro, en Zaragoza.
“El Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres” (Sal 125). ¡Gracias D. Julián por su testimonio y entrega! Que Dios le siga bendiciendo. A Él se lo pedimos por la intercesión de nuestra Madre María y del Apóstol cuyos restos y memoria conserva nuestra Iglesia particular de Santiago.
Finalmente, a todos los Sres. Cardenales, arzobispo y Obispos, a los sacerdotes y diáconos, a las personas consagradas y a los fieles laicos que nos acompañan, muchas gracias por su presencia, apoyo y participación activa en este acto. Que Dios se lo pague.
+ Jesús, Obispo Auxiliar de Santiago.
e) Presentación del volumen “In verbo tuo, Domine”. Escritos jacobeos y pastorales. Julián Barrio Barrio, Arzobispo de Santiago de Compostela, Instituto Teológico Compostelano, Collectanea Scientifica Compostellana 39, Santiago de Compostela 2018.
Sres. Cardenales, Arzobispo y Obispos
Autoridades eclesiásticas, civiles, académicas y culturales
Delegado y compañeros del Consejo Superior de Investigaciones Científicas
Sacerdotes, religiosas y seminaristas
Señoras y señores
Meu benquerido antigo compañeiro e amigo Don Julián
Debo reconocer que en mi ya larga vida de actividad académica e investigadora jamás me pude imaginar participando directamente en un evento de tanta solemnidad como éste de la celebración del 25 Aniversario de la Ordenación Episcopal, “do meu antigo amigo e compañeiro”, don Julián Barrio Barrio. Esto hace retrotraerme en el tiempo a la década de los años 60 del siglo pasado, cuando con avidez leíamos todo tipo de literatura española y extranjera, entre ella, el Diario de un cura rural de Georges Bernanos, y en concreto aquella frase de: “Todo es gracia”. Efectivamente… Mis méritos no son suficientes para tan alto honor… Sólo la gracia, sólo la benevolencia de don Jesús Fernández González, Obispo Auxiliar de Santiago, hicieron que yo esté hoy aquí. ¡Dios se lo pague, don Jesús!
Conocí a don Julián en torno al 11 de octubre de 1962, apertura del Concilio Vaticano II, en el Seminario Menor de La Bañeza, y siguiendo aquel adagio de que “en el juego y en la mesa se conoce al caballero”, fue precisamente en el juego, en los disputadísimos partidos de fútbol, donde yo pude trazar el primero y más certero cuadro psicofísico de don Julián. Su inteligente y efectiva estrategia, su técnica depurada y su deportiva caballerosidad distaban mucho de la fuerza física bruta, rayana en el descontrol y la violencia, de todos los demás. ¡¡¡Que el Santo Apóstolo Santiago me perdone si digo que se perdió un magnífico medio centro!!!
Ya hace un tiempo me contó don Gonzalo Fernández Losada, que a los pocos días de abrirse el Seminario Menor de La Bañeza en el curso 1961-62, del que precisamente fue don Gonzalo su primer rector, lo visitó don Álvaro Pardo Velasco, por aquel entonces cura párroco de Manganeses de La Polvorosa, y le preguntó por su seminarista, Julián Barrio Barrio, que entonces estudiaba 5º de bachillerato. Ante el informe positivo en todos los órdenes de don Gonzalo, concluyó el bueno de don Álvaro: “Este rapaz es auténtico oro en paño. Llegará muy lejos. ¡Cuídamelo!”. ¡¡¡Y no se equivocó…!!!
Cuando en el mes de octubre de 1969 don Julián y un servidor llegamos a Salamanca para estudiar Teología, al visitar el monumental edificio de la Universidad Pontificia y ver en las paredes de la escalera principal los “víctores” con los nombres de los obispos, alumnos de esta Universidad, yo movido quizás por la euforia estética de la adolescencia o tal vez por el mismo ruah profético divino, manifesté: “Julián, algo me dice que algún día el nombre de uno de los dos estará aquí en esta pared”. ¡¡¡Tampoco me equivoqué…!!!
En Salamanca vivíamos en el Colegio Mayor San Carlos Borromeo y don Julián tenía una habitación doble como una “suite”. Un día entré en su aposento y al no verlo en la primera estancia, lo llamé, a lo que me contestó desde la otra estancia: “Hoy no estoy en el Vaticano, estoy en Castelgandolfo”. Mutatis mutandis y prolépticamente, don Julián ¡¡¡tampoco se equivocó!!! Es decir, felizmente ¡¡¡no nos equivocamos en nuestro pronóstico!!!
Reconozco que no es esta la ocasión para evaluaciones académicas y pastorales. Además, la amplitud y densidad del curriculum académico y pastoral de don Julián hacen difícil, por no decir imposible, condensar en 7 minutos la inmensa riqueza y profundidad de su personalidad. Estudios humanísticos y filosóficos en los seminarios de La Bañeza y Astorga, licenciatura en Teología en la Universidad Pontificia de Salamanca, doctorado en Teología en la Universidad Gregoriana de Roma y licenciatura en Filosofía y Letras, Sección Geografía e Historia, en la Universidad de Oviedo, con las calificaciones más altas y con varios premios y distinciones, son la muestra más evidente que el Dr. Barrio Barrio es un auténtico universitario en el sentido etimológico y pleno de la palabra. Esta sólida formación propició, por una parte, una densa y fructífera actividad académica, docente y administrativa en el Seminario Mayor de Astorga, como profesor, secretario de estudios, vicerrector, rector, director del Centro de Estudios Eclesiásticos y, a partir de enero de 1990 hasta 1993, por concurso público, profesor de Historia Contemporánea en la sección de la UNED de Valdeorras.
El nombramiento como obispo titular de Sasabe y auxiliar de Santiago de Compostela el 31 de diciembre de 1992 sorprendió a don Julián en su abnegada labor rectoral en el Seminario de Astorga, por la que llegó a renunciar “incluso a proseguir su brillante trayectoria de historiador y publicista. El propio obispo astorgano don Antonio Briva Mirabent, que también fue rector del seminario –catalán y teólogo de pro, con un cierto aire de cardenal Rampolla- supo verlo así: y logró poner la lámpara sobre el celemín para que ‘otros’ la vieran”. [Son palabras del antiguo deán don José María Díaz Fernández] Nombrado arzobispo el 5 de enero de 1996, tomó posesión el 25 de febrero.
Por otra parte, la misma sólida formación dio lugar a un amplio elenco de documentados estudios históricos, teológicos, pastorales y jacobeos, que no es el lugar ni la ocasión de enumerar, puesto que una pequeñísima muestra de ellos la tienen en la introducción de este magnífico libro suyo, titulado “In verbo tuo, Domine”. Escritos jacobeos y pastorales II, que por iniciativa del Sr. Deán de la Catedral, don Segundo Pérez López, fue publicado con motivo de la efeméride que estamos celebrando y acabado de imprimir precisamente el 7 de enero pasado, festividad de San Julián, con la dedicatoria inicial, que reza:
Domino Iuliano Barrio et Barrio, officioso Compostellano archiepiscopo, in vigesimo quinto eius anniversario grati Compostellani omnes minimum hoc opus in aestimationis maximae signum / Donum dedicant.
Todos los compostelanos dedican agradecidos esta ínfima obra a don Julián Barrio Barrio, diligente arzobispo compostelano, en su vigésimo quinto aniversario, en testimonio de su altísima estima.
Tal volumen contiene una antología de 54 trabajos de don Julián divididos en cuatro secciones: 1) Cartas pastorales. 2) Conferencias de tema jacobeo. 3) Conferencias sobre temas variados. 4) Homilías en la solemnidad del Apóstol Santiago el Mayor y en la fiesta de la Traslación.
Dejando para otra ocasión una presentación exhaustiva y reposada de esta obra, permítanme que le diga que la intensidad del trabajo pastoral en una archidiócesis como Santiago con el enorme esfuerzo y dedicación que exigen, por ejemplo, sus Años Santos, significaría en una persona que no tuviera la formación y capacidad de trabajo de Mons. Barrio, la renuncia a toda actividad intelectual y académica. Que no es el caso lo demuestran los abundantes y profundos estudios teológicos, históricos y pastorales que ha ido publicando todos estos años. Tenía razón el llorado don Jesús Precedo Lafuente, cuando decía que el arzobispo don Julián Barrio vino a revivir una vieja costumbre, según la cual los arzobispos “en tiempos ya muy remotos escribían monografías para orientación de los sacerdotes y de los fieles. Una tradición que quedó interrumpida sin duda por el crecimiento de las ocupaciones de los prelados con reuniones, retiros a los miembros de su clero, conferencias nacionales y provinciales, etc.”
En resumen, pese a la vieja amistad y profundo afecto que nos une, no falto a la verdad si digo que en Don Julián convergen en una perfecta síntesis el humanista, el filósofo, el antropólogo, el historiador, el teólogo, el hombre de Iglesia humilde, cercano, siempre preocupado por los problemas de los demás, en especial, de los más necesitados, y el solícito pastor de su sede de Santiago de Compostela, meta de peregrinos, “capital espiritual de la unidad europea”, “lugar de perdoanza y de gracia, foco luminoso de vida cristiana”, a la que llegó hace 25 AÑOS, “fiado da palabra de Deus, para ser ese mestre fiel da verdade, sacerdote dos sagrados misterios e ministro do santo servicio”.
Meu benquerido amigo Don Julián, ¡¡¡noraboa!!!
Ad multos annos et semper in verbo tuo, Domine!
Dr. Isidro García Tato,
Científico titular del CSIC Instituto de Estudios Gallegos “Padre Sarmiento” (Santiago de Compostela).
f) Presentación del volumen misceláneo Sembrar en surcos de esperanza, Instituto Teológico Compostelano, Collectanea Scientifica Compostellana 40, Santiago de Compostela 2018.
Excmo. y Rvdmo. Sr. Arzobispo
¡Muchas felicidades en sus bodas de plata episcopales!
Tengo el honor de transmitirle mis más sinceras y cordiales felicitaciones, deseándole que Dios le siga bendiciendo como hizo hace 25 años con la gracia del sacramento del Orden en el Episcopado, y que nos siga bendiciendo a todos nosotros con su humilde servicio a la Iglesia que peregrina en Santiago y las diócesis sufragáneas.
Lo hago como un hermano menor y el más indigno de esta familia diocesana, laicos, presbíteros e incluso obispos, ordenados de entre esta comunidad eclesial en cuyo nombre hablo, que sirve a la Iglesia bajo el suave bastón de su Pastor, aunque a veces tenga que ser duro báculo para reconducirnos a las ovejas de entre los apriscos por donde nos metemos sin saber después salir.
En concreto le transmito nuestro cordial saludo en forma escrita en este volumen misceláneo que el Instituto Teológico Compostelano le presenta y ofrece en este día, en nombre del propio ITC y Ciencias Religiosas (ISCRR), del Cabildo Metropolitano de Santiago, y de la Curia Diocesana con sus Vicarios y Delegados Diocesanos.
Su título, Sembrar en surcos de esperanza, recoge un sentido profundo de este homenaje y una agradecida valoración de su ministerio para con nosotros.
“Sembrar en surcos de esperanza” es lo que humildemente intentamos hacer desde las tareas académicas y pastorales al servicio de la Iglesia, en la misión que Usted nos ha confiado y encomendado. La esperanza es confianza, y ambas las ha depositado Usted en nosotros inmerecidamente. Este volumen recoge precisamente semillas y pequeños frutos de toda esta tarea, en una miscelánea teológica, pastoral e histórica: su pluralidad polifacética recoge la vida eclesial en su sinfónica variedad, sea en reflexión más académica o en expresión más pragmática o vivencial.
Antes de presentarle la obra con sus 28 artículos debo recordar que fueron invitados a ella todos los miembros de los Institutos Teológico y de Ciencias Religiosas, del Cabildo y de las Vicarías y Delegaciones, en representación de la vida diocesana y más estrechos colaboradores suyos. De entre ellos una nutrida participación contribuyó con artículos que expresan resultados de su investigación, estudio y trabajo académico y docente, de su labor pastoral o de su inquietud eclesial. Hace diez días hacía Usted referencia a la importancia del trabajo académico, teológico y de investigación, también como pastoral y evangelización, tal y como recoge la Veritatis Gaudium recién promulgada, regulando el estudio en la Iglesia. He aquí una expresión de que su apuesta tiene eco y no está solo en ello.
Son 28 artículos entre los cuales escriben cinco obispos, 19 sacerdotes y 5 laicos. Además de Mons. Jesús, los otros cuatro obispos fueron profesores del ITC, dos de ellos sacerdotes diocesanos y dos frailes menores de san Francisco. De los sacerdotes, quince son diocesanos de Santiago, dos de Mondoñedo-Ferrol (tres con D. Segundo), uno de Tuy-Vigo y uno de Segovia.
De los 28 artículos, 17 los firman profesores del ITC-ISCRR, incluyendo a los obispos y algunos canónigos. Estos firman 6 artículos, y de parte de las delegaciones otros 6, más las palabras del rector de la USC.
Evitando la compleja tarea de agrupar o clasificar las colaboraciones, por el contenido o por sus autores, se decidió disponerlos en orden alfabético. Obispos, canónigos, laicos o simples profesores, a fin de cuentas, todos escribíamos desde la misma deuda de gratitud que nos une.
Con todo, haré una somera síntesis temática de los mismos para que Usted y los presentes se hagan cargo de la riqueza de este volumen.
Tres contribuciones son estrictamente personales entorno a Usted. Abre el volumen una biografía y bibliografía a cargo de D. Isidro García Tato, del Instituto Padre Sarmiento del CSIC. Sigue un análisis y valoración de su tesis doctoral de Historia en Roma, a cargo de D. Maximiliano Barrio Gozalo, de la Universidad de Valladolid y la Iglesia Española de Santiago y Montserrat en Roma. Concluyen el libro las palabras del rector de la USC.
Dentro de la temática Jacobea e Histórica podemos incluir ocho artículos. Directamente de historia, arte y arqueología jacobea son cuatro: el estudio de la arqueología viaria romana en los orígenes compostelanos, de D. Alejandro Barral, el análisis de las obras de restauración de la Catedral, de D. Daniel Lorenzo, el valor catequético actual del Pórtico de la Gloria, por D. Elisardo Temperán, y una panorámica a los fondos histórico-documentales del Archivo Histórico Diocesano por su director, D. Salvador Domato. Un artículo se adentra en el valor teológico de la historia y la esperanza, de un servidor, otro en la historia de la desamortización en un caso concreto compostelano, por D. Domingo González Lopo. Otros tres versan sobre peregrinación, pastoral y teología: D. José Fernández Lago con el peregrino en sus escritos, Mons. Leonardo Lemos con la idea de Europa en sus pastorales, y D. Segundo Pérez con la cuestión teológica interreligiosa y Santiago. Se podría añadir la cuestión de la gracia y la justificación de D. Benito Méndez al hilo de la última de sus cartas de Adviento.
Otros nueve artículos pueden encuadrarse en el ámbito teológico, junto con algunos de los ya dichos que también cabrían aquí. Dos artículos abordan un profundo análisis escriturístico, uno del Antiguo Testamento, del libro del Génesis, por D. José Antonio Castro Lodeiro, y otro del Nuevo, con las palabras de la Última Cena, por D. Alfonso Novo. La cuestión de la Patrística para la construcción de Europa la aborda D. Andrés Fernández Farto, y el tema también europeísta y político-eclesial lo aborda Mons. Jesús Fernández al analizar laicidad y laicismo. Directamente sobre Teología Fundamental y la fe reflexiona D. Guillermo Juan Morado, sobre la Gracia y justificación, D. Benito Méndez, y sobre la Misericordia, Mons. Luis Quinteiro. Al análisis de la Vida Religiosa actual dedican sus páginas fray Santiago Agrelo y fray José Rodríguez Carballo.
Finalmente un más heterogéneo grupo incluiría aquellos escritos eclesiales y pastorales de diversos ámbitos de reflexión y trabajo de la vida diocesana: los medios de comunicación, con D. Manuel Blanco y D. Javier Aguado, la liturgia y el domingo, por D. José María Fuciños, la pastoral juvenil, por D. Javier García, la psicología religiosa por D. Carlos Gómez, la espiritualidad de santa Teresa de Jesús por D. Ángel González, la pastoral penitenciaria por D. Juan González-Redondo, y la música religiosa, por D. Óscar Valado.
Lo más hermoso y valioso de esta obra posiblemente sea, en mi humilde opinión, la polifónica riqueza y profundidad reflexiva que es un eco de la riqueza inmensamente mayor de la vida eclesial de esta diócesis, bajo su batuta y báculo. Homenajearle a Usted hoy con este libro es, sin duda, «Sembrar en surcos de esperanza«.
En nombre de todos. Muchas gracias.
Francisco J. Buide del Real,
Instituto Teológico Compostelano.
g) Intervención del Sr. Arzobispo al finalizar el Acto Académico
TESTIMONIO DE GRATITUD
Muchas gracias por todo lo que han dicho. Me acordaba de lo que el Maestro Mateo dijo al concluir la obra del Pórtico de la Gloria: “Lo que hay de bello y bueno le corresponde a Dios, lo que haya de malo a mí me corresponde”. Escribía san Buenaventura: “Donde desfallece el entendimiento, toma vuelos el afecto”. Decía Álvaro Cunqueiro que “los que recordamos, siempre volvemos a encontrarnos”. Y es que en la raíz de todo encuentro deseado entre personas queridas aflora enseguida el recuerdo y se aviva la raíz de la memoria afectuosa y agradecida. Y esto es lo que han procurado, queridos Sres. Cardenales, Obispos y diocesanos, transmitir en este día. La historia no sería posible sin el sustento de la memoria, que es el latido que la actualiza entre nosotros por encima de la siempre frágil caducidad del tiempo. Bien está recordar para no caer en el riesgo de ser solamente contemporáneos de nosotros mismos. Dejarnos atravesar por la memoria es garantizar de alguna manera la fidelidad al invisible espíritu de las realidades que nos han precedido. Vds. lo han hecho hoy con la memoria agradecida, evocando el itinerario recorrido en estos veinticinco años por mí en esta Iglesia particular compostelana.
Se ha dicho que la memoria constituye un anticipo profético de la inmortalidad. De hecho en la tierra somos actuales en el recuerdo de nuestros semejantes, no convirtiéndonos en cenizas del olvido. Y cuando el recuerdo se alza sobre el altar de nuestro espíritu alumbrado por la memoria del corazón, que es el amor, entonces esta memoria adquiere vigor de perennidad, que es anticipado anuncio de la inmortalidad a la que Dios nos llama.
No comamos el pan de la memoria si de verdad queremos seguir peregrinando. No dejemos que las sombras crezcan para que no “nos sintamos como gigantes repentinos llenos de incertidumbres”.
La gratitud para con Dios y con los demás es el sentimiento que ennoblece nuestra vida y manifiesta la grandeza del alma. El poeta Virgilio, autor de las Bucólicas, escribió: “Mientras el río corra. Los montes hagan sombra y en el cielo haya estrellas, debe durar la memoria del beneficio recibido en el hombre agradecido”. Como los ríos corren, los montes hacen sombra y en el cielo hay estrellas, termino con esta actitud de agradecimiento. El símbolo que mejor refleja este sentimiento es la palabra “gracias”, “muchas gracias”.
Felicito cordialmente a quienes dirigidos por el Sr. Obispo Auxiliar, han preparado este acto, agradeciéndoles su generosa disponibilidad, y recordando aquella máxima específicamente cristiana: ex praeterito spes in futurum, es decir, la esperanza está en la historia y el hombre al mirarse en ella se abrirá al futuro, conforme a las magistrales palabras de san Agustín: “También nosotros mismos seremos el Día séptimo, el Día más allá del tiempo”. A quienes han tenido la bondad y la disponibilidad de acompañarme en este día de acción de gracias al Señor, mi sincero agradecimiento con mis mejores deseos, pidiendo con el patrocinio del apóstol Santiago y la intercesión de la Virgen María que el Señor les bendiga.
Ahora a seguir peregrinando mientras el Señor disponga.
1 Traducción del original escrito en lengua latina.
2 GREGORIO TAUMATURGO, Discurso de agradecimiento, 29-30.
3 Mons. Julián Barrio, “Confiados en la Palabra del Señor>>, en: Peregrinar en espíritu y verdad. Escritos Jacobeos, Instituto Teológico Compostelano, Santiago de Compostela 2004, p. 55.
4 Cf. Ibidem, p. 47.
5 Cf. Ibidem, p.p. 36 y 39.