El Sr. Arzobispo presidió la Eucaristía en la SAMI Catedral de Santiago, el día 6 de noviembre, por la tarde, con ocasión de la peregrinación de las parroquias de la ciudad de Betanzos; el día 12, al peregrinar la Confederación de Empresarios de Galicia; y los días 14, 27 y 28.
Peregrinación de la Conferencia Episcopal Española
El 19 de noviembre, en la última jornada de la Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española, los miembros de la Conferencia peregrinaron a la ciudad del Apóstol. Les acompañaban el Sr. Nuncio de Su Santidad y personal de la Conferencia Episcopal.
A su llegada a Santiago, los Sres. Obispos fueron recibidos en san Martín Pinario por el Sr. Arzobispo y su Obispo Auxiliar, por el Presidente de la Xunta de Galicia y por el alcalde de la ciudad de Santiago, quienes dirigieron un breve saludo a los participantes en la peregrinación. Respondió con palabras de agradecimiento por la acogida, el Sr. Presidente de la CEE.
El acto central fue la Misa del Peregrino a las 11.00 horas en la SAMI Catedral y que fue retransmitida por 13TV. Los Sres. Obispos accedieron al templo, en torno a las 10.45 horas, por la Puerta Santa para venerar, en la cripta, el sepulcro del Apóstol Santiago. La celebración eucarística fue presidida por el Sr. Arzobispo. Tras la lectura del Evangelio, el presidente de la CEE, Mons. Juan José Omella, realizó la ofrenda al Apóstol Santiago en nombre de los obispos españoles.
Ofrenda al Apóstol
Apóstol Santiago,
los obispos de la Iglesia en España acudimos en peregrinación a esta catedral, donde desde tiempo inmemorial se veneran tus restos. Tú fuiste, según venerable tradición, quien trajo a estas tierras la luz del Evangelio. Venimos aquí en el marco de este Año Santo, que periódicamente trae a esta catedral a decenas de miles de personas de todo el mundo y lo hacemos también en el marco de nuestra reunión de la Asamblea Plenaria, que hemos querido finalizar con esta peregrinación.
Como peregrinos llegamos ante ti, para pedir tu protección sobre todos los proyectos de nuestras Iglesias locales, así como tu presencia alentadora en los gozos y sufrimientos de nuestro pueblo y de todas nuestras comunidades a las que servimos como pastores. De manera especial te presentamos la preocupación y el dolor de los habitantes de La Palma, que llevan ya más de dos meses bajo la erupción del volcán. A ellos deseamos llegue, no solo la oración, tan necesaria, sino también la solidaridad de todos los pueblos de España.
Hemos podido celebrar la reunión de la Asamblea Plenaria la hemos celebrado de nuevo, con todos los miembros presentes, después de tantos meses sometidos a las limitaciones impuestas por la pandemia. Hoy todavía sentimos el dolor de tantas personas que sufren la ausencia de seres queridos o las consecuencias de la enfermedad: sanitarias, familiares, religiosas, pastorales, sociales y también económicas.
Hemos compartido estos días otras causas de sufrimiento. Los abusos cometidos por algunos miembros de la Iglesia nos causan
dolor y vergüenza. Pedimos tu fuerza y tu luz para que, en todas las diócesis, podamos encontrar, acoger y acompañar, cara a cara, a las víctimas en la sanación de su dolor.
En nuestros trabajos en las Iglesias locales vemos también las dificultades económicas que van dejando, cada vez, más personas en situación de exclusión. Somos sensibles a la preocupación por la tierra, el techo y el trabajo, tantas veces señalada por el Papa Francisco. Los datos que ofrecen Caritas y otras entidades de la Iglesia nos hablan de que actualmente son ya 11 millones las personas que se encuentran en situación de exclusión social. Sin olvidar a los más de dos millones y medio de personas en situación de extrema vulnerabilidad.
Te pedimos apóstol Santiago que acompañes a cuantos padecen estos sufrimientos y suscites en todos nosotros sentimientos de compasión, a la vez que, compromisos eficaces para hacer verdad que somos un pueblo, y que todos estamos comprometidos unos con otros, y todos con los que más sufren.
Ponemos en tus manos también el empeño sinodal en el que está embarcada toda la Iglesia. Queremos escuchar, dialogar y discernir lo que Jesús pide hoy a su Iglesia, a través de todas las personas que están invitadas a participar en este camino del Sínodo.
Somos conscientes de que tenemos una misión delante de nosotros que es apasionante: ofrecer la buena noticia del Evangelio a los hombres y mujeres de nuestro tiempo. Tú, apóstol Santiago, iniciaste en esta tierra un proceso fecundo de evangelización que sigue dando frutos. Ahora, conscientes de nuestra debilidad, queremos pedir también tu ayuda para esta misión hermosa y apasionante, porque somos conscientes de que nos sobrepasa.
En aquella primera evangelización, la Virgen María, con su presencia, sostuvo tus trabajos en momentos de grave dificultad. Hoy te pedimos, apóstol Santiago que, con María, estrella de la nueva evangelización, bajo la advocación del Pilar que, según la tradición está tan vinculada a tu persona y obra evangelizadora, intercedas por nosotros ahora y siempre.
Homilía del Sr. Arzobispo
Querido Sr. Cardenal Oferente, Presidente de la Conferencia Episcopal Española. Saludo también con fraternal afecto a los Sres. Cardenales, al Sr. Nuncio, a los Sres. Arzobispos, Obispos y Administradores diocesanos, a los Sacerdotes, a los miembros de Vida Consagrada y a los Laicos que colaboran en la Conferencia Episcopal, que como peregrinos habéis llegado esta mañana para participar en las gracias jubilares. ¡Mi profundo agradecimiento al Sr. Nuncio, representante del Papa Francisco, por habernos querido acompañar en esta peregrinación de la Conferencia Episcopal de la Iglesia que peregrina en España, con nuestro afecto filial al Sucesor de Pedro! ¡Mi gratitud a vosotros, queridos hermanos, por este signo de comunión fraterna que tanto motiva a esta Iglesia compostelana!
¡Bienvenidos a la Casa del Apóstol Santiago! La Archidiócesis os acoge en la bondad de su hospitalidad como los discípulos de Emaús acogieron a Jesús después de haberles acompañado en el camino. No pueden ser ajenos a la caridad aquellos que caminan con quien es la Verdad. El Año Santo es “tiempo favorable para curar las heridas, para no cansarnos de buscar a cuantos esperan ver y tocar con la mano los signos de la cercanía de Dios, para ofrecer a todos, el camino del perdón y de la reconciliación” y para
cultivar la memoria penitencial, reconociendo con humildad lo que hemos podido hacer mal y lo que tal vez podíamos haberlo hecho mejor. Es necesario asumir el pasado para liberar el futuro de las propias insatisfacciones, confusiones o proyecciones.
Los caminos de la Iglesia en España convergen hoy aquí donde la memoria y la intuición profética se vertebran con la tradición apostólica que fundamenta nuestra fe, reconociendo que la cultura es la misma vida cristiana tomando impulso en dirección a la santidad. Aquí se escuchan los ecos de nuestras Iglesias particulares a través de sus Pastores, sucesores de los Apóstoles, llamados a dar testimonio de la resurrección de Cristo con mucho valor (cf. Hech 4,33), sabiendo que hay que obedecer a Dios antes que a los hombres (cf Hech 5,29) porque la obediencia a Dios es siempre portadora de salvación. La responsabilidad por la verdad exige de la Iglesia un testimonio creíble del contenido de la fe. “Cuando se renuncia a la distinción entre lo que es verdadero y lo que es falso, entonces el espíritu enferma” (Guardini). El testimonio del Apóstol Santiago el Mayor nos anima en la misión evangelizadora, como lo hemos manifestado en el documento: “Fieles al envío misionero”.
Llegáis como peregrinos de la esperanza en una civilización occidental con el alma mermada, donde ya surgen no pocas voces de pensadores fuera del cristianismo, que afirman que necesitamos a Cristo. Ciertamente sólo Él da la esperanza para que la vida no se vea reducida a la insignificancia, dando testimonio del Evangelio de la gracia de Dios (Hch 20, 24), “tesoro que llevamos en frágiles vasos para que se vea que una fuerza tan extraordinaria es de Dios y no proviene de nosotros” (2Cor 4,7). Como nos dice San Pablo, “nos aprietan por todos los lados pero no nos aplastan; estamos apurados pero no desesperados; en toda ocasión y por
todas partes llevamos en el cuerpo la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo” (2Cor 4,8-10). Nuestra misión está fundada en el misterio de la cruz de Cristo. La palma del martirio nos acompaña siempre. También hoy el Señor nos pregunta: “¿Podéis beber el cáliz que yo he de beber?” (Mt 20.22). Beber su cáliz es participar de su misma suerte. El Señor pudo encomendarnos la misión sin sufrir daño alguno pero hubiéramos perdido hondura espiritual y Él no tendría ocasión de recordarnos: “Te basta mi gracia: la fuerza se realiza en la debilidad” (2Cor 12,9). “Sólo con la luz y el consuelo que provienen del Evangelio consigue el Obispo mantener viva la esperanza y alimentarla en quienes han sido confiados a sus cuidados de pastor Pastores Gregis, 66)”, viviendo “la propia vocación a la santidad en el contexto de las dificultades externas e internas, de debilidades propias y ajenas, de imprevistos cotidianos, de problemas personales e institucionales” (EiE 23). Solamente la fuerza espiritual de la verdad de Cristo puede vencer la debilidad mental y moral que padecemos y ayudarnos a recuperar la confianza para no ser triviales en el discernimiento. Con esta confianza no nos recluiremos para tratar de defendernos de la realidad que nos rodea, sabiendo que la Iglesia no debe alejarse del camino de Cristo ni por el temor ni por el alago. “Hay una grieta en cada cosa. Así es como entra la luz”. Si queremos entender la realidad y entrar en ella, es necesaria la conversión en un horizonte en el que la vida humana estructurada al margen de Dios, la deconstrucción antropocéntrica que padecemos, y la irreligiosidad como despersonalización radical del ser racional en su vinculación con Dios, son retos de la conciencia cristiana y de la misión misma de la Iglesia.
En este Año Jubilar Compostelano, sintiéndonos “peregrinos por gracia aquí abajo, ciudadanos por gracia allá arriba”, y caminando juntos damos gracias a Dios, sintiéndonos tatuados en las llagas del Resucitado. La grandeza de la vida sigue en medio de los diversos aspectos de la crisis en que nos encontramos. Es en este contexto donde hemos de fomentar el espíritu creativo y celebrativo, pues la rutina deriva en crisis porque el inmovilismo es insostenible. Vivir en la historia no es someterse a la cultura dominante, es tener la capacidad de cuestionarla y de tomar posición con esperanza, ignorando los ecos catastrofistas.
“Los caminos por los que cada uno de nosotros y cada una de nuestras Iglesias particulares camina son muchos pero no hay distancias entre quienes están unidos por la única comunión, la comunión que cada día se nutre de la mesa del Pan eucarístico y de la Palabra de vida”. Es providencia para despertar en nosotros la capacidad de ver lo esencial en medio de lo urgente y transitorio. Sr. Cardenal oferente, hago mías sus inquietudes y preocupaciones manifestadas en la ofrenda para presentarlas al Señor con el patrocinio del apóstol Santiago, nuestro Patrono. Pedimos que sea fortalecida la Iglesia, manteniéndose fiel a Cristo hasta el final de los tiempos y que la convivencia en España sea dialogante, fraterna y comprensiva, sabiendo que lo propio de cada uno ha de favorecer el bien común para los demás. Nos encomendamos a nuestra Madre Santa María. “Santo Apóstol
Santiago, haz que desde aquí resuene la esperanza”. Amén.