Queridos diocesanos:
Nos encontramos ya en la celebración de la XXIII Jornada de Solidaridad con los Parados, promovida por el programa de Empleo e Inmigración de Cáritas Interparroquial de Santiago. Agradezco una vez más el trabajo de sensibilización y de búsqueda de soluciones a este respecto por parte de los responsables. El Centro de Trabajo y Cultura con veintitrés años de historia en Cáritas Interparroquial de Santiago ha atendido a más de 8000 personas. No es un dato menor que nos lleva a evaluar el significado de este trabajo realizado y las preocupaciones de esas personas que no nos pueden ser ajenas.
El paro sigue siendo una realidad preocupante ante la que no pueden ser insensibles ni la sociedad civil ni las distintas administraciones públicas. Está en juego la condición de la dignidad de la persona humana. Reclamar empleos dignos, con retribuciones y condiciones que permitan a las personas y a las familias superar la situación de pobreza y de exclusión social, es una urgencia inaplazable. De esto son conscientes las personas que trabajan en Cáritas, que perciben la necesidad de unas políticas sociales sensibles a la necesidad de unos ingresos y recursos mínimos para la vida de las personas.
En este Año Jubilar Extraordinario de la Misericordia se nos llama a ser misericordiosos. Esta misericordia hemos de concretarla y hacerla efectiva en nuestra fraternidad y solidaridad. Obra de misericordia es dar trabajo digno a quien no lo tiene para que recupere su dignidad. El trabajo es un bien de la persona, de su humanidad; es un camino de humanización y realización personal y social.
Nadie duda de que el auténtico camino para la inclusión social es el trabajo dignamente remunerado y el compromiso con la cultura laboral, rechazando conductas consumistas y materialistas que no aprecian el trabajo. La Iglesia quiere acompañar la vida de tantas personas que buscan su dignidad en el trabajo y en su desarrollo pleno. Generar fuentes de trabajo es acortar los espacios de la crisis económica. Este reto ha de afrontarlo no sólo el Estado, también toda la sociedad, superando el excesivo lucro y las nuevas formas de explotación. La Doctrina social de la Iglesia recuerda los principios fundamentales como son: la dignidad inviolable de la persona humana, el destino universal de los bienes de la creación, la participación de todos en la búsqueda de bien común, la solidaridad.
Comparto los sentimientos de tantas familias cuyos miembros están en paro y rezo por ellas. Os saluda y bendice en el Señor,
+ Julián Barrio Barrio, Arzobispo de Santiago de Compostela