La Pastoral Penitenciara es la acción de la Iglesia en el mundo penitenciario, a favor de las personas que viven, han vivido o se hallan en riesgo de vivir privados de libertad legalmente.
I. LA PASTORAL PENITENCIARIA EN LA DIÓCESIS
La Pastoral Penitenciaria forma parte del conjunto de las pastorales de la diócesis y como tal tiene y debe tener su reconocimiento en el marco de toda la pastoral diocesana.
Este reconocimiento vendrá impuesto por la creación de un organismo diocesano que dé cobertura y organización a todo lo relacionado con la acción pastoral de la diócesis en la cárcel y su entorno.
“La Pastoral Penitenciaria es responsabilidad de toda la Iglesia diocesana. La necesidad de que toda la diócesis sea consciente y responsable de la Pastoral Penitenciaria no es una exigencia solamente de orden funcional y de eficacia. Es también una exigencia de orden eclesiológico, por la misma naturaleza de la Iglesia particular. Es esta la que hace presente y operante a toda la Iglesia de Cristo”.
“Es necesario disponer de un organismo de Pastoral Penitenciaria. La finalidad de este organismo diocesano consiste en programar y revisar las acciones a realizar en los diversos campos de atención a los presos, a sus familias, y a la fase poscarcelaria, concienciar a las comunidades cristianas y conseguir la debida formación y capacitación de los agentes de pastoral penitenciaria”.
La Pastoral Penitenciaria está llamada a evangelizar a los hombres y mujeres que están en las prisiones. Para ello es necesario darle en cada
diócesis a esta pastoral la mejor configuración e institucionalización, pero la comunidad diocesana al ofrecer este servicio se enriquece, los pobres y los presos evangelizan y así la Iglesia diocesana y todas sus comunidades manifiestan más claramente el auténtico rostro de Cristo, el amor infinito de Dios.
1.1.- Ámbito de la Pastoral Penitenciaria
Los objetivos de la Pastoral Penitenciaria en la actualidad transcienden la propia cárcel. Hablamos de Pastoral Penitenciaria en prevención, prisión e inserción, áreas que rebasan la misma prisión y superan la Capellanía de prisiones. Pero esta superación geográfica y conceptual nos lleva a abrirnos más y a superar la estructura de Capellanía Penitenciaria para situarnos en la calle, en la sociedad, en la diócesis: de ahí la necesidad de hablar de la Pastoral Penitenciaria como una pastoral más dentro de las diversas pastorales de la diócesis.
1.2.- La Pastoral Penitenciaria en el organigrama pastoral de la Diócesis
“Con la fórmula realista que progresivamente convenga, desde el grupo inicial que reúne las fuerzas dispersas, o la Coordinadora que relaciona la variedad de grupos y acciones, o el Secretariado diocesano como institución reconocida. Cualquiera de estas fórmulas, especialmente la última, multiplica las posibilidades de la Capellanía, al relacionarla con otros departamentos y realidades diocesanas y sentir el apoyo de otras fuerzas eclesiales. Desde esta plataforma constituida se tiene una visión global diocesana y se facilitan contactos intradiocesanos y extradiocesanos”.
“Por la inclusión de la Pastoral Penitenciaria en los Planes Pastorales diocesanos y parroquiales se hará que los servicios de ésta no sean heroicos y excepcionales, sino frutos normales de la comunidad cristiana, que se abre al marginado y marcado por la experiencia de la cárcel, acogiéndolo como hermano e integrándolo comunitariamente, siendo la comunidad puente para su integración y normalización social”.
El valor teológico de la Pastoral Penitenciaria nos llevar a evitar un doble riesgo: que esta pastoral se convierta en una pastoral aislada, desvinculada del resto de la pastoral diocesana, y que quede excluida a una actividad meramente accidental o yuxtapuesta a otras tareas más importantes.
II. MARCO COMUN PARA UN ORGANISMO DIOCESANO DE PASTORAL PENITENCIARIA
Constatada la necesidad de promover con criterios comunes el desarrollo e integración de la Pastoral Penitenciaria en la diócesis, al término de las V Jornadas Nacionales (Madrid 17-19, Octubre2001), los Delegados participantes dieron su aprobación al documento titulado “LA DELEGACIÓN DIOCESANA DE PASTORAL PENITENCIARIA: ORIENTACIONES Y CRITERIOS”. Documento que elaborado durante seis largos años por la comisión designada en
1995 con las aportaciones de los Delegados diocesanos y demás agentes pastorales penitenciarios, respeta la singularidad y autonomía de cada Diócesis y posibilita la unidad de la Pastoral Penitenciaria en todo el Estado Español.
Este documento se encuentra publicado en el nº. 29 (Octubre 2002), Págs. 4-5 de PUENTE, el Boletín Informativo trimestral del Departamento de Pastoral Penitenciaria.
III. ESTRUCTURACION DEL ORGANISMO DIOCESANO DE PASTORAL PENITENCIARIA
Aunque ciertamente cada diócesis tiene sus propias particularidades, sí hay elementos que pueden ser comunes a lo que sería la estructuración del organismo diocesano de Pastoral Penitenciaria.
3.1.- El Obispo
Todo organismo diocesano debe contar con el respaldo, apoyo y aprobación del Obispo.
“El Obispo ha de preocuparse de que exista en su diócesis una Pastoral Penitenciaria, es decir una estructura que, en la medida de lo posible, asegure a nivel parroquial, arciprestal y diocesano la acción evangelizadora y la atención al mundo de los presos”.
El Obispo debe aprobar la constitución del organismo diocesano y nombrar a un responsable del mismo. Reproduciendo el pensamiento del ya mencionado José Antonio Pagola, los obispos tendrán varios cometidos importantes:
a) mantener contacto directo con los presos, expresos y familias.
b) estimular mediante palabras y gestos la conciencia de la comunidad diocesana y de la sociedad ante los problemas de los presos.
c) tener una adecuada y correcta información sobre el tema penitenciario.
d) visitar las prisiones y los presos.
e) realizar una labor de concienciación y educación cristiana en este terreno.
3.2.- Responsable del organismo diocesano
Será nombrado por el obispo para un plazo determinado de tiempo. El perfil, siguiendo las indicaciones de la I Asamblea Nacional de Delegados Diocesanos de Pastoral Penitenciaria (Madrid, febrero de 1995) podría ser el siguiente:
a) Sensibilidad social y experiencia. El responsable diocesano deberá tener una especial sensibilidad por el mundo de los pobres y en concreto por el de los presos, para dar respuesta a las múltiples situaciones e interrogantes de los presos y la sociedad entera. Sensibilidad especial tanto para la intervención en este campo pastoral como para la posterior sensibilización de la diócesis y la sociedad.
b) Formación doctrinal. Sebastián Alós habla de una formación en Doctrina Social de la Iglesia: parte de la teología y en concreto dela teología moral; y además, no sólo instrumento sino contenido de la evangelización.
c) Actitud Pastoral. Seguimos citando a Sebastián Alós quien presenta como modelo de actitud pastoral la figura del Buen Pastor, preocupado por los alejados, y especialmente, por los más necesitados entre los que se encuentran los presos.
d) Espiritualidad de la misión. Esta espiritualidad viene manifestada a través de reconocer a Cristo en los presos, viendo a los presos desde Dios y a Dios desde los presos.
En este apartado también voy a introducir las tareas o competencias que debería tener el responsable diocesano de la Pastoral Penitenciaria:
a) Elaborar, junto con su equipo, el programa diocesano de Pastoral Penitenciaria.
b) Impulsar y animar los programas pastorales en vigor.
c) Convocar y coordinar todas las instituciones y personas que formen parte del organismo diocesano de Pastoral Diocesana. Lógicamente todo grupo de Iglesia que tenga vinculación con el mundo de la prisión deberá estar en dicho organismo.
d) Representar a la Pastoral Penitenciaria ante las autoridades eclesiásticas y civiles.
e) Formar parte del Consejo diocesano de Pastoral.
f) Convocar y presidir las reuniones y asambleas diocesanas de
Pastoral Penitenciaria.
g) Informar al Obispo de las actividades y programas en desarrollo.
3.3.- Características del voluntariado penitenciario cristiano
“La tarea evangelizadora en el mundo de la prisión requiere un saber hacer que nace de la sensibilidad cristiana y de la preparación adecuada de los trabajadores pastorales. No son suficientes ni la buena voluntad ni la pura generosidad. Los presos necesitan ayuda, pero no cualquier tipo de ayuda. Quien se dedique a esta actividad pastoral, ha de estar dotado de unas aptitudes y adquirir una preparación básica y específica”
3.3.1.- Pefil del voluntario de Pastoral Penitenciaria Persona de fe, creyente, con sentido eclesial, orante. Persona de equilibrio psicológico, afectivo y emocional. Persona vocacionada por el mundo de la prisión.
Persona en proceso de formación Pastoral y técnico-jurídica. Persona con capacidad de coordinación.
3.3.2.- Actitud que deberá tener en la cárcel, qué postura debera adoptar.
Hay que adoptar unas actitudes que nos faciliten el encuentro con el otro:
a) Saber mirar: “lo que el ojo no ve”. “Observar la vida del otro implica ir desde mi mundo y mi vida hasta su mundo y su vida. Esto que parece tan simple, en realidad no lo es tanto, ya que partimos de profundas diferencias en nuestras respectivas historias personales. Y desde ellas miramos. Y si no tengo en cuenta esto, es muy posible que proyectos sobre la vida de otros mi propio estilo de vida, mis normas, mis valores, y que por ello, en mi mirada acaben por instalarse juicios de valor que me conduzcan de la mano por el seguro camino del etiquetaje. Soy yo quien tiene que ir hasta sus vidas y no traerlos hasta la mía; flexibilizar e incluso cuestionar mi propia realidad para acercarme a la del otro”.
b) Saber escuchar: “no seamos sordos a sus llamadas”. “Toda escucha supone que estamos atentos a alguien que está emitiendo, o no, un mensaje. Tan importante es lo que se dice como lo que no se llega a decir (casi me atrevería a decir que lo segundo más). Lo que ocurre es que vivimos en una sociedad en que los silencios no tienen significado, o mejor dicho, son una buena oportunidad para rellenarlos de publicidad. A veces me he encontrado “vendiendo” a la gente con la que trabajaba un programa determinado que le iba a solucionar todos sus problemas, sin alcanzar a entender por qué mi entusiasmo no era correspondido. En determinadas ocasiones todos aquellos que nos acercamos de diversos modos a contextos de exclusión nos convertimos en vendedores ambulantes de propuestas que no tienen cabida más que en nuestros propios modos de vida. Quizá es que no sabemos movernos en los silencios, y por tanto no permitimos otra palabra que no sea la nuestra, porque ¡nos podrían dejar sin palabra!. Una de las cosas que más me costó cuando empecé a trabajar como educador de calle fueron los silencios: cuando iba con algún chaval a un bar nos quedábamos varios minutos sin decir nada…; y los minutos se me hacían horas, mientras mi cabeza intentaba buscar algún tema de conversación que siempre era contestado con sí o no. Poco a poco fui descubriendo que la comunicación no siempre pasa por las palabras, que a veces también tiene que ver con la cercanía y la credibilidad”.
c) Saber aprender: “no el mucho saber…” “Saber aprender a lo largo de nuestra vida supone estar abierto constantemente a nuevos planteamientos, que impidan la rigidez y superioridad del que se acerca a otro desde una posición de privilegio social y personal… La unión entre la formación, el compromiso y la sensibilidad es lo que nos permitirá avanzar por ese difícil sendero entre mi vida y la de ellos, y llegar a niveles de encuentro que hagan posible aportar una pequeñita luz en esa noche de tormenta por la que transcurre la vida de tanta gente”.
d) Saber ser uno mismo: “romper fachadas”. “Con los tres puntos anteriores estamos trazando un itinerario de “bajada” hacia la autenticidad personal, tal como es recogida por los diferentes autores de la escuela humanista. Y la condición fundamental para ser auténtico en la relación interpersonal es la de conocer y aceptarse a sí mismo”. “Ser uno mismo nos coloca en una situación de fragilidad, de vulnerabilidad, a la vez que nos hace estar accesibles para todos aquellos cuya vida está cimentada en los márgenes del sistema”.
IV. LA PASTORAL PENITENCIARIA INTEGRADA EN LA PASTORAL DIOCESANA
Hasta que no se produzca una total y normal integración de la Pastoral Penitenciaria en la Pastoral de la diócesis no se dará una auténtica madurez a adultez de esta pastoral. Sólo en el momento en que es asumida como una pastoral más, con toda la estructura que ello conlleva podremos hablar de la integración de esta pastoral en la Pastoral de la diócesis.
Esta integración vendrá por un desarrollo a nivel particular de esta pastoral y por una normal coordinación con otras pastorales, especialmente las que se muevan en el campo de lo social.
En este punto de reflexión me viene a la mente la pregunta que frecuentemente nos hacemos: ¿La Pastoral diocesana ha asumido adecuadamente la Pastoral Penitenciaria? Esta es una pregunta que debemos hacernos cada uno/a mirando nuestras respectivas diócesis.
¿Qué supone dicha integración? Pues que esté representada en los organismos diocesanos: Consejo Diocesano de Pastoral, Delegación de Cáritas y/o Acción Social,… y otros grupos que traten de coordinar la acción social de una diócesis. Es desde ahí desde donde debemos valorar dicha integración.
V. PASTORAL PENITENCIARIA Y PASTORAL DE CONJUNTO
No podemos hablar de la Pastoral Penitenciaria fuera de la Pastoral de conjunto de una diócesis. Es una pastoral más y como tal hay que tratarla. Tendrá unos objetivos generales marcados por la diócesis y otros concretos marcados como propios por la Pastoral Penitenciaria.
Una diócesis empeñada en la educación de la fe, no puede olvidar a estos hombres y mujeres, que aún privados de libertad, tienen derecho al anuncio del evangelio y tienen derecho también a escuchar un mensaje liberados y de esperanza que les ayude a sobrellevar dignamente su privación de libertad, y les ayude a redescubrir un sentido nuevo a su vida.
La Pastoral Penitenciaria es responsabilidad de toda la Iglesia diocesana y de cada comunidad parroquial con un programa y una organización. Así nos lo recuerda la Carta a los Hebreos (3,13): “Acordaos de los presos como si estuvierais presos con ellos”. Es una invitación a la Comunidad Eclesial de las dos Iglesias, la extramuros con la intramuros, y esa comunión sólo es posible vivirla desde la diócesis, concretamente desde las Comunidades parroquiales.
La Pastoral Penitenciaria forma parte del conjunto dela realidad pastoral de la diócesis, porque:
5.1.- No es una actividad aislada. Aunque mucho tiempo ha funcionado como así, sin tener presente ni orientaciones ni objetivos diocesanos. Este aislamiento no sólo era pastoral, también su responsable, el capellán estaba solo.
5.2.- No es una actividad “accidental”. Esta pastoral estaba considerada como acción para los ratos libres o cuando no había nada qué hacer. Esta actividad pastoral, según este criterio, nunca era importante. Lógicamente, con estos presupuestos era imposible incluir la Pastoral Penitenciaria dentro de la Pastoral diocesana.
5.3.- No es una actividad meramente litúrgica. Antes a esta pastoral se la reservaba para garantizar el culto litúrgico y la administración de sacramentos en las cárceles, cuando todos sabemos que la evangelización engloba todas las dimensiones del ser humano, en este caso del preso.
5.4.- No es una actividad meramente asistencial. Aunque también esto es Pastoral Penitenciaria. Esta Pastoral abarca acciones directamente evangelizadoras y catequéticas, al mismo tiempo que ha de cuidar la celebración de la fe en los centros penitenciarios. Por eso parece necesario enmarcarla de manera más concreta dentro del planteamiento pastoral de cada diócesis.
Cuando se tiene presente todo lo manifestado anteriormente, se descubre que la Pastoral Penitenciaria no es algo secundario ni aislado que muy bien puede ser impusaldo por algunos voluntarios, sino una acción pastoral de la que se ha de sentir responsable toda la Iglesia diocesana y más en concreto todas las parroquias de la diócesis. Sus destinatarios son parroquianos y diocesanos como nosotros.
VI. CREDIBILIDAD DE LA IGLESIA PARTICULAR A TRAVES DE VIVENCIA DE LA CARIDAD
“La Iglesia no sólo debe ser creyente, sino también y sobre todo creíble. Y la credibilidad se demuestra a través de la fraternidad vivida”11. Las diócesis necesitan signos de credibilidad, signos de compromiso solidario, que lograrán lavarnos la cara y presentarnos ante el mundo con un mínimo de credibilidad.
– El “amaos los unos a los otros como yo os he amado” (Jn 13, 34), que es la síntesis del testamento de Jesús, nos indica que lo central en la vida de la Iglesia es la fraternidad hecha vida y que la caridad es la verificación de la genuina evangelización.
– “La asignatura del amor al prójimo en la Iglesia no es optativa; es básica, fundamental, es decisiva. Y además es una asignatura globalizante. Si ésta se suspende, el curso global de la vida queda suspendido. Y si ésta se aprueba, el curso global de la vida queda aprobado”.
– “La fe auténtica es la que se manifiesta en la caridad vivida. O dicho al revés: la caridad es el test de la fe”.
– “En la medida que nos desvivamos a favor del prójimo, sobre todo a favor del prójimo más marginado y necesitado, encontraremos el sentido de nuestro vivir”.
– “Que nuestro vivir sea sinónimo de hacer vivir, de aportar algo positivo a la vida de los más débiles. Nuestra vida se enriquecerá y se llenará de sentido en la medida en que la entreguemos gratuitamente a los otros. La vida se nos da y solamente la merecemos dándola”.
VII. LA PASTORAL PENITENCIARIA ENRIQUECE LA PASTORAL DIOCESANA Y VICEVERSA
La presencia de la Iglesia en el interior de la cárcel y en su entorno (familias, prevención, reinserción), no puede ser un apéndice de toda la Pastoral diocesana, ni mucho menos una excepción, sino que debe formar parte de toda la actuación pastoral de la diócesis. Esta pastoral especializada, deberá enriquecer a la Pastoral diocesana en general.
La Pastoral Penitenciaria, con sus peculiaridades, hará que la Iglesia diocesana sea más sensible al problema de la privación de libertad. Ayudará a que sea más abierta y más amplia con los fallos y limitaciones de los demás. Por supuesto que la educará en ir eliminando ese sentimiento justiciero que muchos sectores de la Iglesia tienen, que le llevan a adoptar posturas maniqueístas, de buenos y malos, ante actuaciones concretas, sin hacer ningún tipo de análisis de las causas que provocan comportamientos determinados.
Este enriquecimiento de la Pastoral diocesana, influenciada por la Pastoral Penitenciaria, hará que la primera sea una decidida defensora de la dignidad de la persona humana, y proclamará con fuerza que la persona humana nunca ha de ser utilizada como un medio, sino siempre respetada como un fin en sí misma. Esta defensa de los derechos humanos, la Iglesia lo hará desde una actitud sincera y de fraternidad evangélica.
La Iglesia diocesana, a través de sus Comunidades parroquiales, deberá ser un hogar con las puertas abiertas y tener una especial sensibilidad para los pobres, los pequeños, los enfermos y los encarcelados. Han de imitar la misma actitud servicial de Cristo, que no vino a ser servido sino a servir. Han de ser una comunidad samaritana. Han de mostrar una disponibilidad generosa y gozosa, mostrándose alegres y felices por la acogida de un hermano suyo, de un hijo: “Pero el padre dijo a sus siervos: traed aprisa el mejor vestido y vestidle, ponedle un anillo en la mano y unas sandalias en los pies. Traed el novillo cebado, ma
tadlo y comamos y celebraremos una fiesta, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y lo hemos encontrado. Y comenzaron la fiesta” (Lc 15, 22-24)
Su acción caritativa no debe quedarse meramente en lo asistencial, sino que deben procurar ser promotores de personas e instituciones que defiendan la justicia y vivan la fraternidad. Las comunidades eclesiales deben aprender a estar con los últimos, en plena y total gratuidad. Han de descubrir y servir a los nuevos pobres que genera esta sociedad del bienestar. Han de entregarse en cuerpo y alma a compartir las carencias de los más pobres.
La Pastoral Penitenciaria deberá estar presente en las distintas pastorales de la diócesis: juventud, familia, salud, extranjeros, infancia, gitanos, etc; son realidades que tienen un contenido propio pastoral, pero que están interrelacionados con la Pastoral Penitenciaria. Es importante vivir la Comunión Pastoral de la diócesis, y superar compartimentos estancos. Conviene que la Pastoral Penitenciaria esté presente en el Consejo Diocesano de Pastoral y en las reuniones de Delegados diocesanos.
Todo esto es posible, si se crea un organismo diocesano de Pastoral
Penitenciaria.
Manuel García Souto
Capellán C.P. Teixeiro