“La gente del mar reclama nuestra atención”
Queridos diocesanos:
Al acercarse la fecha de la celebración de la Virgen del Carmen, tan querida y celebrada en nuestros pueblos, villas y ciudades, principalmente en la costa, pero también en múltiples parroquias del interior, os escribo, como todos los años, para saludar a toda la familia de los hombres y mujeres del mar, que invocáis a Nuestra Señora como Patrona y protectora en vuestras singladuras, y mostraros el sentir cercano de toda la comunidad diocesana en vuestro peregrinar sobre las aguas.
Nuestra atención
El lema que la Iglesia propone para este día es: “La gente del mar reclama nuestra atención”. Buena prueba de esa atención que la Iglesia presta a vuestras realidades ha sido el XXIV congreso mundial del Apostolado del Mar, celebrado en Taiwán el año pasado, que se ocupó de los problemas de la pesca, el tráfico de seres humanos y los trabajos forzados, especialmente en las mujeres y los niños. En efecto, en muchos lugares del mundo, muchos pescadores no son dueños de sus vidas y pasan de un tipo de explotación a otro, recibiendo bajas remuneraciones lo que empeora gradualmente su situación personal hasta caer en manos de organizaciones que les convierten en víctimas del trabajo forzado. Lamentablemente, este fenómeno no se limita a un pequeño número de casos y de regiones. Son muchos los hombres y mujeres, e incluso niños, que están sometidos a semejante amenaza y a la fuerza de la delincuencia organizada con consecuencias inhumanas.
También en la celebración de la asamblea del apostolado del Mar en A Coruña, siguiendo las indicaciones del papa Francisco, nos propusimos seguir avanzando en la tarea de construir una Iglesia en salida, saliendo al encuentro de cada persona en su ambiente, tratando de aliviar sus cargas y compartiendo sus gozos y esperanzas. El Papa nos anima especialmente a destruir las fronteras de nuestro egoísmo y nuestra comodidad, poniéndonos al servicio de todo hombre y mujer que sufre en el cuerpo o en el espíritu: “Dios… nos lleva allí donde está la humanidad más herida y donde los seres humanos, por debajo de la apariencia de la superficialidad y el conformismo, siguen buscando la respuesta a la pregunta por el sentido de la vida. ¡Dios no tiene miedo! ¡No tiene miedo! Él va siempre más allá de nuestros esquemas y no les teme a las periferias. Él mismo se hizo periferia (cf. Flp 2,6-8; Jn 1,14). Por eso, si nos atrevemos a llegar a las periferias, allí lo encontraremos, él ya estará allí. Jesús nos primerea en el corazón de aquel hermano, en su carne herida, en su vida oprimida, en su alma oscurecida. Él ya está allí”1.
Vemos pero no miramos
Muchas veces vemos pero no miramos, es decir no somos capaces de hacer propias las situaciones de los demás para acompañarles con nuestra atención y ayuda. Nos falta tal vez ese estar de verdad pendientes de los otros pues sólo así uno se da cuenta de lo que necesitan. Basta recordar la actitud de la Virgen María en las bodas de Caná, ejemplo a imitar. Ella estaba como invitada pero no dejó de prestar atención y así pudo percibir la necesidad de aquellos nuevos esposos a los que en el banquete les faltaba el vino, pidiendo a su Hijo que remediara aquella incómoda y bochornosa situación. Sólo en una actitud de preocupación con ánimo de servir, nos damos cuenta de lo que otros puedan necesitar.
No queremos resignarnos a que solamente seáis noticia cuando la tragedia acontece en vuestras vidas. Jesús, el Señor, también como lo hizo con sus discípulos en el mar de Galilea sale a vuestro encuentro para deciros: “No tengáis miedo”. Son alentadoras las palabras del Papa referidas a las gentes del mar cuando dice: “Que los cristianos puedan reconocer la valiosa lección que podemos aprender de aquellos que trabajan en el sector pesquero, sobre una Iglesia que da espacio al misterio de Dios; una Iglesia que alberga en sí misma este misterio, de manera que pueda maravillar a la gente y atraerla”2.
Hoy mi mensaje no sólo es para vosotros, queridos hombres y mujeres del mar, tanto de la marina de Pesca, como de la Mercante o la Armada, también me dirijo a todos los diocesanos que en este día del Carmen invocan y cantan a la Estrella de los mares. Los que formamos la comunidad diocesana queremos mostrar también nuestro afecto y cercanía a todas aquellas personas, que llegan a nosotros por motivo de su trabajo, muy lejos de sus tierras y de sus familias, haciendo que en medio de la comunidad cristiana se sientan en familia y vivan la experiencia de la solidaridad y fraternidad de los miembros de la Iglesia que son conscientes de ir en el mismo barco, la Iglesia; orientados por la misma estrella, María; con el rumbo fijo hacia un mismo puerto, Cristo que quiso contar también con los hombres de la mar en su plan de salvación.
Os encomiendo a nuestra Señora del Carmen para que mantenga viva vuestra fe, y os haga fuertes en la esperanza, recordando a quienes perdieron su vida en el mar. Os saluda con afecto y bendice en el Señor,
+ Julián Barrio Barrio,
Arzobispo de Santiago de Compostela.