El 18 de diciembre, el Sr. Arzobispo presidió el acto de presentación de las obras de restauración de la S.A.M.I. Catedral de Santiago de Compostela.
Antes del acto, el Sr. Arzobispo acompañó al Presidente de la Xunta de Galicia, al Presidente del Parlamento de Galicia, al Delegado del Gobierno, al Alcalde de Santiago y al Conselleiro de Cultura e Turismo a un recorrido por la girola y las naves de la Catedral. También participaron en este recorrido el Deán-Presidente del Cabildo y el Director de la Fundación Catedral que ofreció las explicaciones de los trabajos realizados.
Al llegar a la nave central, donde estaban el resto de los invitados, que por razones de aforo no superaban las 50 personas, se encendieron las luces de la Capilla Mayor para poder observar las pinturas recién restauradas. Entre los invitados se encontraban el General Jefe de la FLO, el Rector de la Universidade de Santiago de Compostela, el Presidente de la Real Academia Galega de Belas Artes, miembros de todos los partidos políticos representados en la Corporación municipal del Concello de Santiago. Por parte de la Iglesia, estuvo presente el Cabildo Metropolitano en pleno.
El Sr. Deán fue el que inició el acto con unas palabras de bienvenida, siguiendo los discursos del Alcalde de Santiago, del Delegado del Gobierno y del Presidente de la Xunta. El Sr. Arzobispo realizó la última intervención. El acto finalizó con un concierto de órgano a cargo de D. Carlos Julián Fernández Bollo.
Alocución del Sr. Arzobispo
La memoria revive los hechos pasados. En el año 2011 celebrábamos el VIII Centenario de la Consagración de esta Catedral de Santiago, sabiendo que las efemérides forman parte del mundo simbólico del hombre. Hoy la contemplamos rejuvenecida por el cuidadoso y fino proceso de restauración que se ha llevado a cabo. Mi consideración no es sólo por la armonía artística sino también por su importante misión: Hablamos de esta Catedral como maestra, cuando explica la fe a través del Pórtico de la Gloria, como hospitalera cuando acoge al peregrino cansado, o como la guardiana que vela ante la tumba del Apóstol Santiago el Mayor. El sonido premonitorio de sus campanas nos acompaña desde la primera hora del día, orientando nuestro peregrinar eclesial.
“Muy frágil es la belleza…”, dejó escrito el poeta latino Ovidio, lo que certeramente se aplica a la belleza humana, a la que nos inspira la naturaleza y también a la creada por el genio del artista. Frágil, incluso, la conseguida a base de levantar con recio y duro perpiaño granítico, en sucesivos momentos y estilos, una construcción tan sólida, equilibrada y hermosa como necesitada de cuidados cual es la Catedral del Señor Santiago. En efecto, muchas fueron –y de calado- las intervenciones que en orden a preservar el monumento se acometieron en el s. XX; hoy se nos ofrece una rehabilitación que todavía no ha concluido y que, para alcanzar los objetivos contenidos en el Plan Director, debería continuar con otro u otros programas bien planificados de restauración. Cuidar su estructura arquitectónica y sus aspectos artísticos para entregarla en las mejores condiciones posibles a quienes vengan detrás de nosotros, es un objetivo permanente.
El Papa Benedicto XVI subraya dos elementos del arte románico y gótico que debemos considerar pastoralmente a la hora de comprender su significado: tener en cuenta el alma religiosa que inspiró estas obras, y considerar que la fuerza del estilo artístico y el esplendor de las catedrales nos recuerdan que el camino de la belleza es una senda privilegiada y fascinante para acercarse al misterio de Dios.
La construcción de la Catedral se iniciaba en 1075, siendo rey Alfonso VI y obispo Diego Peláez. Entre las muchas obras de este obispo, “ninguna de ellas es comparable a la empresa de levantar un Templo digno, por sus dimensiones, por su estructura, por sus formas arquitectónicas, por su riqueza estructural, del gran Apóstol, Patrón de España”. Bien está recordar la colaboración de muchos peregrinos. Con toda razón puede decirse que en la argamasa empleada en la fábrica del Templo está su sudor. El Arzobispo Pedro Muñiz la consagró, asistiendo otros nueve Obispos más y estando presentes el rey Alfonso IX, su hijo el príncipe Fernando y otros Grandes de la Corte. La celebración tuvo la solemnidad, el esplendor y la magnificencia de que fue capaz un rey tan generoso.
He podido comprobar que para quien contempla nuestra Catedral la pregunta recurrente es de dónde ha podido salir tanta belleza, refiriéndose a tantos esfuerzos, tanta precisión, tantos detalles… La Catedral “es un ser vivo; en lo moral y en lo social el ser más vivo y elocuente de un pueblo; y nuestra Basílica Compostelana es como un pregón que narra y publica con voz pausada, sonora y solemne las vicisitudes, sí, de nuestra ciudad, pero a la vez las ansias de muchedumbres de otras muchas naciones que sólo aquí hallaron reposo, consuelo o aliento para su corazón desolado por los amargos lances y combates de la vida”.
No se alzaron las catedrales en el centro de las ciudades sino que las ciudades se formaron en torno a sus campanarios. No las creó el genio europeo sino que como en nuestro caso Europa fue conformada por ella. Son un signo de lo sagrado “de cuya huida hemos tomado nuestro sincopado ingenio y nuestro incurable vacío”. Una catedral no es bella, es sagrada. Chateaubriand decía que “no hay nada bello, dulce ni grande en la vida que no sea misterio”. “¿Son acaso la catedrales edificios? No fueron concebidas como tales. Su sentido no enraíza en la estética aunque ciertamente un templo es solución de problemas constructivos. Pero no es sólo eso. No lo es primordialmente. Una catedral es según Mircea Eliade, una hierofanía: un material objeto común en el cual habla lo sagrado. “Desde la primera abadía, decía el ministro de Cultura André Malraux, hasta la última catedral no olvidemos que se trata aquí de lo divino. La catedral somete todas las formas de la tierra a las suyas propias, como Dios se anexiona a los fieles a través de los santos. No hablo sólo de la arquitectura, cuya acción fue evidente, sino de lo sobrenatural que aportaba la catedral al dominar la ciudad, también del infinito espacio que imponían las perspectivas de su luz y sus vidrieras. La nave de la catedral habrá llegado a ser el corazón del mundo, porque la catedral habrá llegado a ser su espejo”. La construcción de una catedral conlleva el misterio en el hecho mismo de su construcción arquitectónica y en los objetivos religiosos y culturales que se buscaban. Son referentes y mezcla de estilos advenidos por el tiempo de duración de la construcción. Encierran claves cuya interpretación en no pocos casos se llevaron a la tumba quienes querían personalmente expresar conceptos o sentimientos.
Mi gratitud al Gobierno de España y de la Xunta de Galicia, a la Fundación Barrié, y a la Fundación Iberdrola que también ha puesto a disposición de la Catedral los medios económicos necesarios para la iluminación. Esperamos que una vez concluido podamos decir con Thomas Merton: “el arte nos permite encontrarnos a nosotros mismos y perdernos al mismo tiempo”; para lo cual parece imprescindible que la luz haga posible tanto la adecuada percepción como la interiorización y la evocación. Una serie de intervenciones tan importantes sólo se pueden acometer contando con magníficos profesionales de los distintos ámbitos del saber y técnicas: arquitectos, aparejadores, ingenieros, historiadores, arqueólogos, restauradores, herreros, canteros, carpinteros, especialistas en cuestiones ambientales… Y el concurso de empresas, laboratorios y centros de investigación. Si es cierto que sin buenos equipos no es viable realizar obras importantes, también creemos que sin una coordinación, reflexión e impulso, una tarea como la que se está acometiendo se antoja irrealizable o caótico. Este cometido lo asumió la llamada Casa de la Fábrica que con extraordinaria dedicación y entusiasmo, está prestando un servicio excepcional a los equipos, empresas, técnicos y especialistas en el desempeño de sus encomiendas.
No debo olvidar al equipo de gestión-administración de la Fundación Catedral que ha demostrado su capacitación y alto nivel de eficacia. Y en el desarrollo de los convenios que fueron dotados con fondos públicos procedentes del Gobierno de España, a través del Ministerio de Hacienda, como por parte la Xunta de Galicia, es de justicia mencionar a quienes forman parte de las Comisiones Ejecutivas y de Seguimiento por su delicada y alta misión de supervisión y control.
También hemos de referirme a las administraciones con especiales competencias en materia tan delicada como la relativa al patrimonio histórico: la Dirección Xeral de Patrimonio de la Consellería de Educación y Cultura y a todos y cada uno de sus técnicos; así como a los responsables de departamentos y servicios del Concello; sin su decidida colaboración no hubiera sido posible avanzar en la ejecución de una cantidad tan importante de proyectos complejos.
El pintor y teórico del arte ruso Kandinsky afirmaba que “cada período de la cultura produce un arte propio que no puede repetirse”; nuestra Catedral, como realidad viva, da testimonio de ello en su materialidad. Los trabajos de rehabilitación/restauración no crean un arte propio, se acercan con el mayor respeto a lo recibido para preservarlo, sin que ello reste importancia al quehacer de cada uno de los que han intervenido para preservar su integridad, dando lo mejor de sí mismo con un verdadero valor creativo. Cuidando la calidad estética de aquellos elementos que, por pequeños e irrelevantes que puedan parecer, necesariamente han de ser elaborados.
Disfrutemos de la visión hermosa de cuanto ya nos está permitido contemplar. Desearía que los distintos especialistas en arquitectura, historia, arte, arqueología y otras ciencias y saberes se sientan urgidos a conocer y estudiar con una mirada nueva la cantidad de información que a lo largo de estos años de trabajo se ha acumulado. Afirmaba el escritor argentino: “lo admirable es que el hombre siga luchando y creando belleza en medio de un mundo bárbaro y hostil” (Ernesto Sábato); nosotros creemos que se sigue creando belleza, pese a todo, como un signo del deseo de trascendencia y plenitud que anida en el corazón del ser humano.
¡Mi cordial felicitación! Nos sentimos orgullosos de nuestra Catedral y estoy seguro que se sentirán las generaciones sucesivas.