Colecta pro Tierra Santa
Prot. N. 1/2017
1 de marzo de 2017, Miércoles de Ceniza
Excmo. Sr. Don Julián BARRIO BARRIO
Arzobispo de Santiago de Compostela
Excelencia Reverendísima:
El camino cuaresmal que estamos recorriendo nos invita a levantar la mirada hacia la meta: estamos llamados a seguir a Nuestro Señor Jesucristo hasta el Gólgota y después a descender con Él al Sepulcro; para experimentar por último la potencia siempre nueva y vivificante de su Resurrección. Los Lugares Santos de nuestra fe son el testimonio tangible de este extraordinario acontecimiento que ha cambiado la historia de la humanidad y ha abierto una esperanza nueva.
Desde esos Lugares, el anuncio de la Pascua se ha extendido por todo el mundo y continúa difundiéndose. En aquellas regiones, ininterrumpidamente a lo largo de los siglos, también al coste de grandes sacrificios y del martirio, ha continuado estando presente una comunidad cristiana con el semblante universal de Pentecostés.
El sentido de comunión en Cristo muerto y resucitado por nosotros, nos impulsa a promover también este año la importante iniciativa de la Colecta Pro Terra Sancta, por el vínculo de fraternidad que une a la Iglesia Universal con la Iglesia Madre de Jerusalén. El Santo Padre, en la ocasión de la Asamblea de la Reunión de las Obras de Ayuda para las Iglesias Orientales (ROACO), del 16 de junio de 2016, mientras se refería a los trabajos de restauración en curso de la Basílica de la Natividad de Belén y de la Aedicula del Santo Sepulcro de Jerusalén, ha recordado el valor no sólo de la presencia de la Iglesia en Tierra Santa, sino también del «mantenimiento de los Lugares Santos y de los Santuarios, gracias también a la Colecta del Viernes Santo que se renueva cada año, a partir de la feliz intuición del Papa Pablo VI». Gracias a la generosa oferta de tantos, católicos y no católicos, los trabajos de restauración de estos dos lugares, patrimonio común de la Cristiandad, están procediendo con notables resultados.
Vivir hoy la fe cristiana en Medio Oriente, lo sabemos, no es nada fácil. No lo es, especialmente, en Irak, en Siria y en Egipto, donde las comunidades cristianas han experimentado el ecumenismo de la sangre y donde cada concreto fiel ha de luchar todos los días contra la tentación de abandonar la propia tierra, o incluso la propia fe. Tampoco lo es en los demás Países de la Región, donde frecuentemente los cristianos se ven sometidos a formas de opresión y de discriminación que minan día tras día sus condiciones de vida.
Mantener viva la esperanza en estos contextos es verdaderamente difícil, pero es al mismo tiempo importantísimo. La pequeña presencia cristiana en Medio Oriente tiene por ello necesidad de sentir el apoyo y la cercanía de toda la Iglesia. Un apoyo que se realiza con la constante oración por ellos. Un apoyo que se realiza también con la concreta ayuda económica, teniendo presente cuanto ya San Pablo escribía con ocasión de la primera colecta de Jerusalén: «Cada uno haga según se ha propuesto en su corazón, no de mala gana ni obligado, que Dios ama al que da con alegría» (2 Cor 9,7).
Todavía una vez más, gracias a la generosidad de toda la Iglesia, que se concreta y se manifiesta también en la Colecta del Viernes Santo, las comunidades católicas de Tierra Santa, tanto la Latina de la Iglesia Patriarcal de Jerusalén, de la Custodia Franciscana y de las otras Circunscripciones, como las orientales – greco-melquita, copta, maronita, siria, caldea, armenia – con las familias religiosas y los diversos organismos de todo género, podrán a su vez ayudar de modo concreto a los pobres y a los que sufren, de todas las etnias y de todas las creencias, sin distinción.
Las parroquias proseguirán su servicio pastoral con atención preferencial a los pobres; las escuelas serán lugar de encuentro entre cristianos y musulmanes para preparar juntos un futuro de respeto y de colaboración; los hospitales y ambulatorios, las casas de beneficencia y los centros de encuentro continuarán acogiendo a los que sufren y a los necesitados, a los prófugos y a los refugiados, a las personas de cualquier edad y religión heridas por el horror de la guerra. Cada día nos interpelan, y no podemos olvidarlos, los rostros de miles de niños y jóvenes en edad escolar, que han escapado de la violencia y persecución sufridas en Siria e Irak, y que han sido acogidos en las escuelas cristianas de los países vecinos, gracias a nuestra Colecta.
Otro elemento importante de los que constituyen la vitalidad de la Iglesia en Tierra Santa es la peregrinación, que es una iniciativa que debe promoverse sin cesar. A través del viaje a los Sagrados Lugares, y sobre las huellas de Cristo, se hace posible un renacer de la fe y un redescubrimiento de los propios orígenes; y es este viaje también un medio para la nueva evangelización. Los peregrinos son, además, un recurso esencial para las poblaciones cristianas de Tierra Santa. En efecto, según recientes estadísticas, al menos el 30% de la comunidad local – en Jerusalén y en Belén – vive y trabaja gracias a la presencia de los peregrinos.
En estos días de preparación para la Santa Pascua renovamos nuestro empeño por ser artesanos de la paz, rezando y obrando para que la paz habite en el corazón de toda persona, especialmente de nuestros hermanos y hermanas de Tierra Santa y del Medio Oriente.
A usted, a los sacerdotes, a los consagrados y a los fieles que trabajan por el buen éxito de la Colecta, tengo la alegría de transmitirles el vivo agradecimiento del Santo Padre Francisco, junto con el reconocimiento de la Congregación para las Iglesias Orientales. Y, mientras invoco, sobre su persona y su ministerio pastoral y sobre todos los fieles de su jurisdicción, copiosas bendiciones divinas, manifiesto mis cordiales deseos de una Feliz Pascua de Resurrección y transmito el más fraterno saludo en Cristo Jesús.
Suyo devotísimo
Leonardo Card. Sandri
Prefecto
+ Cyril Vasil’, S.I.
Arzobispo Secretario