Queridos diocesanos:
Me dirijo a vosotros un año más, al acercarse la fiesta de Nuestra Señora del Carmen, tan querida para todos nosotros, que nos trae el recuerdo, lleno de agradecimiento y cercanía, a los hombres y mujeres que trabajáis en el mar y a vuestras familias.
A lo largo de este año la Iglesia, a impulso del papa Francisco, está viviendo un tiempo especial, el jubileo de la Misericordia. En él el Papa quiere que contemplemos con más detenimiento, y acojamos en nuestra vida a Dios, nuestro Padre, “que será siempre para la humanidad como Aquel que está presente, cercano, providente, santo y misericordioso”. Esa imagen de Dios rico en misericordia, que el Papa quiere transmitir, debe reflejarse también en la actividad de la Iglesia para vosotros, las familias del mar. La Iglesia quiere estar cerca de vosotros, para que sepáis en cada momento, fácil o difícil, de vuestras vidas, que sois parte de ella y que contáis con su ayuda. La Iglesia no es únicamente un lugar a donde ir, sino una familia, una comunidad de personas de la que formáis parte, que vive en torno a Jesucristo, escuchando y transmitiendo su palabra, viviendo su Vida y poniendo en la practica los valores del Evangelio. Es Cristo quien nos salva. Cuando vivimos como Iglesia, somos mensajeros y testigos para el mundo de la Misericordia de Dios.
En el mar de la misericordia
Por eso este año para el día del Carmen se ha escogido este lema:
Navegando juntos en el mar de la misericordia. Con el queremos expresaros que en la barca de la Iglesia estamos juntos, remamos juntos, buscando y haciendo presente al Señor, siendo en el mundo reflejo de su misericordia. En vuestra labor de cada día encontráis no pocas dificultades y peligros, somos conscientes de vuestras angustias y sufrimientos, de vuestras legítimas aspiraciones a un futuro mejor para vosotros y los vuestros, y de vuestras justas reivindicaciones. En ese mar, queremos hacernos siempre presentes y hacer presente el mensaje de solidaridad y de fraternidad.
“Sed misericordiosos como el Padre celestial”
Dios manifiesta su ternura en la debilidad y fragilidad humanas; el hombre a su vez debe mostrarse misericordioso con el prójimo a imitación de su Creador. Navegamos juntos, ayudándonos unos a otros, siendo todos para todos y haciendo que este mundo, que muchas veces para cada hombre se presenta como un mar embravecido por el egoísmo y la indiferencia, reciba el amor de los cristianos hecho acción concreta de misericordia, para que pueda seguir bregando con esperanza. Vamos en la barca de la Iglesia, hacia el Padre con el rumbo fijado por Jesucristo y con el impulso del Espíritu Santo, en el Mar de la Misericordia.
María, Madre de Misericordia
“María recapitula en sí y refleja los principales misterios de la fe. En ella resplandece una imagen del hombre nuevo, redimido y reconciliado y del mundo nuevo y transfigurado que en su inimitable belleza puede fascinarnos y debería arrancarnos de cierta vaguedad y estrechez de miras. María nos dice y nos muestra que el evangelio de la misericordia divina en Jesucristo es lo mejor que se nos puede decir y lo que mejor que podemos escuchar y, al mismo tiempo, lo más bello que puede existir, porque es capaz de transformarnos a nosotros y transformar nuestro mundo a través de la gloria de Dios en su graciosa misericordia. Esta misericordia como don divino es simultáneamente tarea de todos los cristianos. Debemos practicar la misericordia. Debemos vivirla y atestiguarla de palabra y obra. Así por medio de un rayo de la misericordia, nuestro mundo, a menudo oscuro y frío, puede tornarse algo más cálido, algo más luminoso, algo más digno de ser vivido y amado. La misericordia es reflejo de la gloria de Dios en este mundo y quintaesencia del mensaje de Jesucristo que nos ha sido regalado y que nosotros, por nuestra parte, debemos regalar a otros”.
Hoy invocamos particularmente sobre vosotros la protección amorosa de Nuestra Señora del Carmen, patrona de las gentes del mar. Ella, en palabras de san Juan Pablo II es “la que conoce más a fondo la misericordia divina. Sabe su precio y sabe cuan alto es. En ese sentido la llamamos también Madre de la Misericordia; Virgen de la Misericordia o Madre de la divina Misericordia”. Bajo su amparo pongo a las personas que este año han perdido la vida en el mar, y a sus familias, y a todos los que pasan por dificultades de cualquier tipo, laborales, de salud, personales. A ella os encomiendo a todos y le pido que os ampare siempre, para que todos juntos, al fin de la singladura de esta tierra, podamos cantar eternamente las misericordias del Señor.
Os saluda con afecto y bendice en el Señor,
+ Julián Barrio Barrio, Arzobispo de Santiago de Compostela