“Testigos de la Esperanza y la Alegría”
Queridos Miembros de Vida consagrada:
La Jornada de la Vida Consagrada no es una más en el calendario de nuestra memoria. Siempre tiene un eco especial. Aparentemente no tenemos este año una motivación especial que acucie los ojos de nuestra alma, como en los años anteriores. Y sin embargo lo ordinario de la gracia de cada día hemos de vivirlo de manera extraordinaria porque todo es gracia en la llamada por parte de Dios. El lema de la Jornada Mundial de la Vida consagrada es: “Testigos de la Esperanza y la Alegría”. Celebrar la Vida Consagrada es un motivo en primer lugar para dar gracias a Dios por este don a su Iglesia y también un motivo de esperanza y alegría para todos los diocesanos por la Órdenes e Institutos religiosos, los Institutos seculares, las Sociedades de vida apostólica, el Orden de Vírgenes y las Nuevas Formas de vida consagrada porque en los consagrados y consagradas, tanto de vida contemplativa como de vida apostólica, encontramos la referencia trascendente de nuestra existencia.
Caminar con la Vida consagrada
En esta ocasión me alegra deciros que queremos caminar con vosotros en nuestro peregrinar hacia Dios. Si como bautizados hemos de orientar toda nuestra vida siempre a Dios, nos estáis indicando que todas nuestras fuentes están en Dios. De esto nos enorgullecemos pero esto os responsabiliza de manera especial. Apreciamos vuestro estilo de vida con la aceptación radical del
Evangelio, que nos motiva espiritualmente. Es necesario recordar que el Señor os sigue diciendo como a sus discípulos: “No tengáis miedo”. La realidad de la cruz no os es ajena. Pero me pregunto:
¿es que podemos vivir nuestra entrega al Señor al margen de la cruz? No me lo imagino. En medio del espesor de la historia vivid vuestra consagración con alegría que nos ayudará a descubrir la Alegría del Evangelio. También para vosotros la luz de la estrella se hace camino y el Camino es Cristo. Me atrevo a indicaros que releáis vuestra vida a la luz de Dios pues no sólo hemos sido creados por Dios sino también para Dios: “Él nos eligió en Cristo antes del inicio del mundo para ser santos e irreprochables ante él por el amor” (Ef 1,4). En el día a día de vuestra consagración elegid siempre con el Señor lo del Señor. En vuestra vida personal y comunitaria dejad hablar a Dios y tratad de veros como Dios os ve y os sueña. “La puerta de la fe (cf. Hch 14,27), que introduce en la vida de comunión con Dios y permite la entrada en su Iglesia, está siempre abierta para nosotros. Se cruza ese umbral cuando la Palabra de Dios se anuncia y el corazón se deja plasmar por la gracia que transforma. Atravesar esa puerta supone emprender un camino que dura toda la vida” (PF, 1). Es verdad que Dios se nos da siempre pero en nosotros no todo es acogida y don. Muchos de nuestros miedos provienen de nuestra falta de fe. Recordad cómo los discípulos despiertan agobiados al Señor con un grito de atención: “Maestro, ¿no te importa que perezcamos? El Señor calma la tempestad y a reglón seguido les dice: “¿Aún no tenéis fe?” (Cf. Mc 4, 35-41). A veces el miedo nos hace ver fantasmas: “Ánimo, soy yo, no tengáis miedo” (Mc 6,50) Cuántas veces confundimos al Señor con un fantasma. La fe siempre serena y fortalece para evitar en algunas ocasiones la cobardía y en otras la temeridad (cf. Mc 14,29). La conciencia del derrotismo aparta del encuentro con el Señor y hace olvidar que el triunfo cristiano es
siempre una cruz: la cruz de Cristo que vislumbra la resurrección.
Mirar a Cristo
Vuestro testimonio es mostrar cómo esta vida en el tiempo se abre a una plenitud que va más allá de la historia de los hombres y que conduce a la comunión eterna con Dios. La fe y confianza en Dios, quien guía la historia con su providencia, hacen mirar adelante con esperanza que va más allá del optimismo, al tiempo que piden colaboración total para la necesaria obra de la Nueva Evangelización en que está empeñada la Iglesia. Peregrináis contracorriente en el mundo, pero por lo mismo reafirmáis la validez perenne de los valores cristianos que vivís y proclamáis. El reto hoy es grande y emocionante, pues se trata de aportar fidelidad a Dios y al hombre. Sois discípulos durante toda vuestra vida: mirad a Cristo como vuestro modelo inagotable. Para ello el programa no ha cambiado: Recomenzad desde Cristo y, con la fuerza de su Amor a cada alma que Él elige, renovad el propio impulso misionero dentro de la Iglesia.
Pidiendo al Señor que os bendiga con la intercesión de vuestros santos Fundadores y Fundadoras, os agradezco vuestra presencia y pertenencia a esta comunidad diocesana y os saludo con fraternal afecto.
+ Julián Barrio Barrio, Arzobispo de Santiago de Compostela.