D.- Palabras del Sr. Cardenal Enviado Especial de Su Santidad Francisco en la Recepción Oficial
Señor Arzobispo de Santiago
Señor Cardenal presidente de la CEE (Conferencia Episcopal Española) y demás hermanos en el episcopado
Señor Presidente de la Xunta de Galicia,
Señor Alcalde del Ayuntamiento de Santiago de Compostela Queridos hermanos y hermanas en la humanidad y en la fe Queridos jóvenes
Agradezco ante todo a Mons. Julián Barrio Barrio, Arzobispo de Santiago, así como al Señor Presidente de la Xunta de Galicia y al Señor Alcalde del Ayuntamiento de Santiago, las amables palabras que me acaban de dirigir como Enviado Especial del Papa Francisco y a las que con gusto correspondo, saludando a todos los presentes con afecto fraternal y agradeciéndoles también su honorable presencia.
He visitado y peregrinado a Santiago ya en varias ocasiones. Esta vez, vengo como peregrino a la Casa del Señor Santiago en este Año Santo Compostelano con la misión particular de ser
Enviado Especial del Santo Padre. Reflexionando sobre mi peregrinación, me vino a la mente un breve pero hermoso poema de una poetisa portuguesa, Sophia de Melo Breyner. Suena muy bien en portugués y pido permiso para decirlo en el idioma original:
A São Tiago não irei como turista. Irei – se puder – como peregrino. Tocarei a pedra e rezarei
Os padre-nossos da conta como um campesino.1
Debo confesar que esta vez me emocionó profundamente. Sus imágenes (“Tocaré la piedra y rezaré los padrenuestros de las cuentas del Rosario”) me provocaron dos sentimientos.
“Tocar la piedra” me hace sentir unido espiritualmente a la larga fila de hombres y mujeres que a lo largo de los siglos llegaron a Compostela, desde diferentes partes de Europa y del mundo, para abrazar al Apóstol y experimentar su testimonio de fe. Me complace mencionar a un personaje histórico, la Reina Santa Isabel de Portugal, que peregrinó aquí en 1325 (mil trescientos veinticinco), tras la muerte de su esposo, el Rey Don Dinis, y dejó su corona real como ofrenda al santo Apóstol.
Por otro lado, “rezar los Padrenuestros de las cuentas del Rosario como un campesino” me hace sentir unido y solidario con la Iglesia y toda la humanidad, en este momento crítico de la historia, para confiar sus dramas, angustias y preocupaciones, necesidades y anhelos, a la intercesión del Apóstol.
1 A Santiago, no iré como turista/ Iré, si puedo, como peregrino/ Tocaré la piedra y rezaré/ Los padrenuestros de las cuentas del Rosario como un campesino.
Pero hoy no puedo silenciar mi particular emoción y alegría por peregrinar a la Casa del Señor Santiago como Enviado Especial de nuestro querido Papa Francisco, para presidir la Clausura de la Peregrinación Europea de Jóvenes.
Vengo, pues, a encontrarme con los jóvenes católicos de Europa: para llevarles el saludo, el afecto y la bendición del Santo Padre; para avivar las energías espirituales de los jóvenes y fortalecerme con ellos; para proclamar la palabra de Jesucristo escogida como lema de esta Peregrinación europea de Jóvenes: “Levántate y sé testigo, siguiendo el testimonio del Apóstol Santiago que te espera”.
Esta peregrinación adquiere un significado excepcional en el contexto histórico actual, pues está enmarcada por dos escenarios relevantes y desafiantes. El escenario eclesial, de una Iglesia en camino sinodal, llamada a una reforma evangélica y al descubrimiento de nuevos caminos, métodos y medios y de nuevos lenguajes para el anuncio del Evangelio a un mundo nuevo en ebullición.
A esto se suma el escenario mundial actual, que vive el drama de la postpandemia y la guerra a las puertas de Europa con impredecibles consecuencias globales, especialmente para los más pobres, a nivel político, económico, social y ecológico. El mundo no es ni será el mismo que antes de la pandemia y la guerra en Europa, una realidad que nos parecería imposible e intolerable. Pero el orgullo y la ambición del hombre no cesa de sorprendernos, aunque la voluntad de algunos ponga en peligro el presente y el futuro de toda la humanidad.
Por eso, queridos jóvenes, esta peregrinación es un momento privilegiado de encuentro, desde el cual podéis enviar una señal clara: los jóvenes, que somos el presente y el futuro de la Iglesia
y del mundo, queremos la paz, deseamos la paz y haremos todo lo posible para trabajar por ella.
Podemos decir todos juntos, en voz alta, para que nos oigan: hemos venido a Compostela a encontrarnos, a compartir nuestra fe, pero también unidos por un mismo propósito: queremos ser constructores de paz. Unidos por la misma fe, por la misma solidaridad y por la misma responsabilidad, queremos ser constructores de un mundo sin guerras, sin odios, sin discriminaciones raciales, un mundo fraterno, donde nadie se quede atrás.
Queridos jóvenes, cuán ciertas son las palabras de nuestro querido Papa: “Si los jóvenes no son los protagonistas de la historia, estamos acabados”. Y se justifica: “Porque son el presente y el futuro. Los necesitamos porque son ellos los que tienen que proponer la salvación a las políticas universales”. Así, esta peregrinación será también un signo de esperanza de un mundo mejor, de que es posible una nueva humanidad.
Además, esta peregrinación europea corresponde, de manera particular, a la tradición y vocación de esta noble ciudad de Santiago de Compostela, que a lo largo de los siglos se ha convertido en un centro de atracción y convergencia para Europa. A ella acuden, por tantos caminos, innumerables masas de peregrinos de diferentes pueblos que aquí se encuentran, movidos por la devoción al Apóstol y por la espiritualidad del camino; un fenómeno maravilloso que contribuyó a la unidad de Europa, como dijo Goethe: “Europa nació de la peregrinación y su lengua materna es el cristianismo”.
Por tanto, me alegro y felicito a la querida Archidiócesis y a la hermosa ciudad de Santiago de Compostela que, en estos días, además de ser la capital de Galicia, se ha convertido en capital
espiritual de los jóvenes europeos, cruce de encuentro y escuela de universalidad y fraternidad.
Por último, no puedo dejar de recordar que, dentro de un año, en la primera semana de agosto, se celebrará la JMJ 2023 (Jornada Mundial de la Juventud de dos mil veintitrés) en Lisboa. La peregrinación de los jóvenes europeos a Santiago es ya una etapa en el camino hacia Lisboa. Aquí quiero reiterar la invitación a los jóvenes de Galicia, de España y de toda Europa en nombre de nuestro querido Papa Francisco. A partir de ahora, tenemos una cita en Lisboa. ¡Allí os esperamos, de corazón y con los brazos abiertos!
¡Que Dios nos bendiga siempre! ¡Que nos acompañe el Apóstol Santiago! ¡A María, Virgen Peregrina y Nuestra Señora del Camino, ¡encomendamos este encuentro con la juventud europea!
¡Muchas gracias!
E.- Intervención del Card. Marto en la Vigilia de Oración en el Monte do Gozo. 6 de agosto.
Llamados a dar a la vida un buen y hermoso proyecto con Jesucristo
Es un motivo para mí de profunda alegría venir a Santiago como peregrino y como Enviado Especial del Papa Francisco con la misión de presidir los actos de clausura de la PEJ (Peregrinación Europea de Jóvenes). Por eso, en primer lugar, quiero transmitiros su afectuoso saludo, su abrazo y su bendición para todos vosotros. En el nombre del Santo Padre, y en el mío proprio, os abrazo espiritualmente a todos y a cada uno y a cada una.
Me alegro de veros aquí, tan numerosos. Os habéis puesto en
camino desde vuestros países. Habéis seguido diferentes itinerarios físicos, “los caminos jacobeos”, para llegar a la meta. Ciertamente con sacrificio y cansancio. Pero fue un único camino espiritual el que os guio, os dio fuerza interior y os hizo peregrinos a Santiago bajo el lema “Joven, levántate y sé testigo, el Apóstol Santiago te espera”. Y todos movidos por el deseo de fortalecer la amistad con Dios y con los hombres, y de dar una nueva vitalidad a vuestra fe, a vuestra vocación y a vuestro testimonio de cristianos en el mundo de hoy.
Para ello nos ayudará la escena evangélica del primer encuentro de Santiago y sus compañeros con Jesús. ¿Qué animó a estos jóvenes a seguir a Jesús? ¿Qué novedad encontraron en él? ¿Qué tienen ellos que sugerir a los jóvenes cristianos de hoy?
Como sabéis, muchos en Europa piensan que la fe es algo ya visto, que pertenece al pasado. La fe cristiana ya no es familiar para la mayoría de nuestros contemporáneos. ¿Y por qué? Porque no encontraron a Jesús en sus vidas; porque redujeron la fe a un moralismo o ritualismo, a un conjunto de verdades, leyes, obligaciones, prohibiciones y amenazas que Dios impuso sobre los hombros de los pobres mortales que caminan aquí en la tierra
La escena evangélica muestra que el origen de nuestra fe no es una idea o un gran ideal, una verdad abstracta, una doctrina o una moda, sino la experiencia viva y gozosa del encuentro y de la presencia de Dios con nosotros en Jesucristo. Fijémonos en tres verbos: ver, llamar y seguir.
Una mirada de elección
El relato comienza así: “Andando Jesús junto al mar de Galilea, vio a dos hermanos, Pedro y Andrés… Pasando de allí, vio a otros
dos hermanos, Santiago y Juan”. Al inicio del encuentro está la mirada de Jesús que nos alcanza antes de que nos demos cuenta. Es interesante notar que los evangelistas ponen especial énfasis en la mirada de Jesús, en su poder expresivo y comunicativo. Es ese el estilo de Jesús al encontrarse con personas como el joven rico, Mateo, Zaqueo, Nicodemo, la samaritana, la cananea. ¿Qué tiene de específico su mirada? – nos preguntamos.
La mirada de Jesús no es una mirada neutra, anónima, fría, distante, superficial. Más bien es una mirada intensa, llena de afecto, ternura, solicitud y compasión que crea reciprocidad. Él siempre mira con los ojos del corazón y llega al corazón de cada uno. No masifica a la gente. Miraba a cada uno como único y cada uno se sentía amado por Dios, con sus debilidades y fracasos. Es una mirada de elección, gratuita, que se ofrece sin imponerse.
Queridos amigos, nuestra fe se basa en este acontecimiento maravilloso: En Jesús, es Dios Amor quien entra en nuestra vida y en nuestra historia. Es un amor que sana, levanta y salva. Escuchemos al Papa Francisco: “Quiero decir a cada uno la primera verdad: Dios te ama. Si ya lo has escuchado, no importa, quiero recordártelo. Dios te ama. Nunca lo dudes, pase lo que pase en tu vida. En cualquier circunstancia, eres infinitamente amado… Para Él, eres verdaderamente precioso” (CV 112.115).
Esta no es una idea abstracta o sentimentalista. Es algo muy real y concreto que debe convertirse en experiencia de vida para despertar en nosotros encanto, fascinación y asombro.
El pequeño vidente de las apariciones de Nuestra Señora, en Fátima, San Francisco Marto, ante la gracia de una visión mística de la intimidad de Dios y su amor, exclamaba: “Yo sentía a Dios dentro de mí, pero no sabía cómo era. ¡Me gusta tanto Dios! ¡Ay, cómo es Dios! ¡Eso, sí, que no lo podemos (no somos capaces de)
decir!”. Y un poema de un místico dice: “enamórate (o déjate enamorar) porque nada puede ser más importante que encontrar a Dios… enamórate. Permanece en el amor. Y todo será distinto” (CV 132). “El cristiano del futuro o será místico –es decir, vivirá la experiencia de la intimidad con Dios– o no será cristiano”, afirmó un gran teólogo del siglo XX.
En el momento de la adoración ante Jesús Resucitado presente en el signo eucarístico del pan consagrado, que cada uno se pregunte a sí mismo, en el fondo de su corazón: ¿Cuál es la mirada de Dios sobre mí hoy? ¿Sientes, en tu corazón, que es una mirada de elección? ¿Estás dispuesto a acogerlo, incluso si te sientes indigno?
Llamados a dar a la vida un buen y hermoso proyecto
La mirada de elección de Jesús va acompañada de una palabra: “los llamó”, junto con la respuesta “ellos lo siguieron”. Desde luego, esto nos muestra una característica del ser cristiano: ser llamado, la llamada, la vocación. Y la primera llamada es a estar con él, experimentar la comunión de vida con él, conocerlo en una relación personal, conocer su mensaje y su misión. “Lo fundamental es discernir y descubrir que lo que Jesús quiere de un joven es, ante todo, su amistad” (CV 250).
Esta es la vocación primera y fundamental. Esta amistad ofrece y llama a una nueva vida, abre a un nuevo futuro, da un nuevo rumbo a la vida. “Nos permite comprender que nada es el resultado de un caos sin sentido, sino que, al contrario, todo puede insertarse en un camino de respuesta al Señor que tiene un proyecto maravilloso para nosotros… Porque la vida que Jesús nos da es una historia de amor, una historia de vida que quiere mezclarse con la nuestra y echar raíces en la tierra de cada uno…
Es una invitación a ser parte de una historia de amor que se entrelaza con nuestras historias para que podamos dar frutos donde somos, como somos y con quienes estamos. Aquí viene el Señor a plantar y a plantarse él mismo” (CV 248.252)
Toda la vida es también un servicio a los demás, porque Dios “ha puesto en ti muchas cualidades, dones y carismas que no son sólo para ti, sino también para los demás” (CV 286). Normalmente, en la vida de todo joven, la vocación está ligada a dos cuestiones fundamentales: el matrimonio con la formación de una nueva familia y el trabajo. Pero para algunos puede significar la posibilidad de consagrarse a Dios en el sacerdocio, en la vida religiosa o en otras formas de consagración. Si tú, querido joven, sientes esta llamada en tu corazón, tómala en serio, trata de discernirla y responde con generosidad. ¡No tengas miedo! ¡Es un regalo maravilloso!
En este sentido, atendamos a esta advertencia del Papa Francisco: “Jóvenes, no renunciéis a lo mejor de vuestra juventud, no os quedéis mirando la vida desde el balcón. No confundáis la felicidad con un sofá, ni.os paséis toda la vida frente a una pantalla. Tampoco os dejéis reducir al triste espectáculo de un vehículo abandonado. No os quedéis como coches aparcados, antes dejad brotar los sueños y tomad decisiones. Aunque os equivoquéis, corred el riesgo. No sobreviváis con el alma anestesiada, ni miréis el mundo como si fuerais turistas. ¡Haced que os oigan! Desechad los miedos que os paralizan, no sea que os convirtáis en jóvenes momificados. ¡Vivid! ¡Entregaos a lo mejor de la vida! ¡Abrí las puertas de la jaula y salí volando! No os jubiléis prematuramente” (CV 143).
Queridos jóvenes, ¡dad a vuestra vida un proyecto bueno y hermoso en la amistad con Jesús! En el momento de la adoración
pregúntate: ¿mantengo una relación personal de amistad, confianza y confidencia con Jesús? ¿Hablo con Él? ¿Confío en él y me entrego a él? Y reza: Señor, estás aquí entre nosotros. Fija tu mirada en mí, ilumíname y dime qué esperas de mí.
Enviados a llevar a todos el calor de la misericordia y del amor de Cristo
Finalmente, el último verbo es “seguir”: “al instante dejaron la barca y a su padre y lo siguieron”. Lo siguieron no solo para estar con él, sino también para responder a la llamada “Os haré pescadores de hombres”. Según los Evangelios, sólo después de la Resurrección, con el Espíritu de Pentecostés, comprendieron plenamente el significado de esta misión: “Seréis mis testigos hasta los confines de la tierra” (Hch 1, 8). También hoy y aquí, Jesús nos llama y nos envía a ser sus testigos, a dar testimonio del Evangelio como Buena Noticia para la vida del mundo.
“¿Adónde nos envía Jesús? No hay fronteras, no hay límites: nos envía a todas las personas. El Evangelio es para todos, y no sólo para unos pocos… No tengáis miedo de ir y llevar a Cristo a todos los ambientes, hasta las periferias existenciales, incluso a los que parecen más lejanos, más indiferentes. El Señor busca a todos, quiere que todos sientan el calor de su misericordia y de su amor. Así se acerca el Señor a todos; y a vosotros, jóvenes, os quiere como instrumentos suyos para irradiar luz y esperanza, porque quiere contar con vuestro coraje, frescura y entusiasmo” (CV 177).
Queridos amigos, vivimos en una sociedad donde ser cristiano hace la diferencia. Se acabó la cristiandad, pero no se acabó el cristianismo.
Hoy vivimos en un mundo plural y pluralista, con las más variadas propuestas de vida, muchas de ellas lejanas o contrarias al Evangelio. Como dijo Benedicto XVI y repite el Papa Francisco, “la fe crece no por proselitismo, sino por contagio”. Este contagio es el testimonio gozoso, valiente y radiante de una vida de fe consecuente. Es la santidad de la vida cotidiana, en gestos sencillos y concretos, cuya belleza el Papa Francisco nos invita a contemplar y practicar.
“Queridos jóvenes, no permitáis que se sirvan de vuestra juventud para promover una vida superficial, que confunde la belleza con la apariencia. Sabed, más bien, descubrir que hay belleza en el trabajador que vuelve a casa sucio y desaliñado, pero con la alegría de haber ganado el pan para sus hijos. Hay una belleza estupenda en la comunión de la familia reunida en torno a la mesa y en el pan compartido generosamente, aunque la mesa sea muy pobre. Hay belleza en la esposa mal peinada y ya un poco anciana, que sigue cuidando a su marido enfermo, más allá de lo que le permitirían sus fuerzas y su propia salud. Aunque la luna de miel ya está lejana, hay belleza en la fidelidad de las parejas que se aman en el otoño de la vida, en esos viejecitos que caminan de la mano. Hay belleza, más allá de la apariencia o de la estética impuesta por la moda, en cada hombre y mujer que vive con amor su vocación personal, en el servicio desinteresado a la comunidad, a la patria, en el trabajo generoso por la felicidad de la familia, comprometidos con el duro labor, anónima y gratuita, de restablecer la amistad social. Descubrir, mostrar y realzar esta belleza es sentar las bases de una verdadera solidaridad social y de la cultura del encuentro” (CV183).
En el momento de la adoración eucarística, pregúntate: ¿Trato de dar un testimonio valiente y radiante de la belleza de la fe y de la santidad de la vida personal, familiar y social?
Queridos jóvenes, esta noche, en esta hermosa Vigilia, Jesús, el Señor, nos desafía: a ver, a llamar y a seguir.
En primer lugar, nos invita a ver con los ojos del corazón quién es nuestro Dios y nuestro prójimo; en segundo lugar, a llamar, con la fuerza de nuestro testimonio de vida cristiana, a otros jóvenes, nuestros amigos, que tal vez se alejaron o nunca tuvieron la oportunidad de acercarse a Él; y, finalmente, a seguir anunciando al buen Dios, que es Amor, y se hace presente en la vida de todos los que se cruzan con nosotros por medio de un simple abrazo, una caricia o simplemente un "aquí estoy".
F.- Homilía del Card. Marto en la Eucaristía de Clausura en el Monte do Gozo. 7 de agosto.
Testigos de la vida nueva, de la fraternidad y de la alegría del Evangelio
Hemos llegado a la culminación de la PEJ (Peregrinación Europea de Jóvenes). Durante estos días habéis vivido una serie de bellos y enriquecedores encuentros y experiencias. Su belleza y riqueza no son solo para vosotros, sino para que lo comuniquéis a los demás. Esta celebración eucarística es de clausura y acción de gracias, pero al mismo tiempo de envío. El Señor Jesús os envía con las mismas palabras de la convocatoria: “Joven, levántate y sé testigo”. Sigamos, pues, meditando sobre el tema del testimonio, dejándonos inspirar por las lecturas de la Palabra proclamada. Centrémonos en tres aspectos: el testimonio de vida nueva con Jesucristo, de la fraternidad y de la alegría del Evangelio.
Testigos de la Vida Nueva en Jesús Resucitado
“En aquellos días, los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús con mucho valor”, así comienza la primera lectura.
Este es el primer testimonio de los apóstoles sobre Jesús Resucitado, justo después de Pentecostés. Aquí está el centro y el corazón de la fe cristiana. Con o sin la resurrección de Jesús, nuestra fe se mantiene o cae, como dice San Pablo: “Si Cristo no resucitó, vana es vuestra fe”.
Queridos amigos, en el contexto actual es necesario volver a este primer anuncio con la misma frescura, entusiasmo y valentía de los apóstoles. Muchos preguntan: ¿qué tiene de especial la resurrección de Jesús para cada uno de nosotros hoy? ¿No es algo que concierne sólo a Jesús? De hecho, corremos el riesgo de reducirlo a un admirable fenómeno del pasado, que cada año se aleja más de nosotros; o a un mero asentimiento a una verdad teórica del credo, pero que no toca el corazón y la vida; o incluso a algo futuro relativo al último día, al día definitivo en la eternidad.
Sin la resurrección, Jesús sería sólo un personaje del pasado, que dijo e hizo cosas buenas, bellas y maravillosas como nadie; el cual nos dejó una maravillosa doctrina y ejemplo, reglas de buena conducta y nada más. Simplemente un gran héroe para ser recordado y admirado en la galería de un museo.
Pero, al fin y al cabo, os preguntareis, ¿qué impacto tiene la resurrección de Jesús en nuestras vidas? ¿Qué es lo que dice de nuevo, positivo, hermoso y emocionante para nuestras vidas de jóvenes en este tiempo? Escuchad la respuesta del Papa Francisco: “Cristo, nuestra esperanza, está vivo y es la juventud más hermosa de este mundo. Todo lo que toca se vuelve joven, se hace nuevo, se llena de vida. ¡Él vive y te quiere vivo! Él está en ti, está contigo
y nunca se va. Por muy lejos que te vayas, a tu lado está el Resucitado que continuamente te llama y te espera para empezar de nuevo. Cuando te sientas viejo por tristezas, miedos, dudas y fracasos, Él está ahí para devolverte fuerza y esperanza” (CV 1-2).
Más allá de la vida que se ve, está la belleza de la vida nueva con Cristo, “Aquel que nos colma de su gracia, que nos libera, nos transforma, nos sana y consuela… Si Él vive, entonces puede ser presente en tu vida, en cada momento, para llenarla de luz. Entonces nunca habrá soledad ni abandono” (CV 124-125). Por tanto, “si haces amistad con Él y comienzas a conversar con Cristo vivo sobre las cosas concretas de tu vida, será esta gran experiencia fundamental la que sostendrá tu vida cristiana. Esta es también la experiencia que podrás comunicar a otros jóvenes”. Que cada uno se pregunte: ¿creo verdaderamente en Jesús resucitado como Hijo de Dios y mi Salvador? ¿Qué lugar ocupa en mi vida? ¿Qué suscita en mí, el misterio de su resurrección?
¿Creo que puede cambiar mi corazón?
Testigos de la Fraternidad Universal
En el Evangelio, Jesús explicita otra característica del testimonio de los discípulos ante su ambición de poder y su búsqueda de lugares importantes en su reino: “el que quiera hacerse grande entre vosotros, será vuestro servidor; y el que quiera ser el primero entre vosotros, será vuestro servidor. Igual que el Hijo del Hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida en rescate por muchos” (CV 129).
Jesús propone una nueva forma de relacionarse entre nosotros, basada en la lógica del amor y el servicio. Es una auténtica revolución frente a los criterios humanos de egoísmo y ambición de poder y dominación: la revolución de la fraternidad que parte
del amor fraterno para englobar la cultura del cuidado mutuo, la cultura del encuentro que tiende puentes, derriba muros de división y acorta distancias entre personas, culturas y pueblos. Nuestro encuentro en Santiago es un bello ejemplo de ello. Deseo ofreceros un ejemplo de este testigo: Carlos de Foucauld, recientemente canonizado. El nuevo santo vivió su ser cristiano como hermano de todos, comenzando por los más pequeños, los pobres. No pretendía convertir a los demás, sino a vivir el amor gratuito de Dios a través de la bondad. Escribió: “Quiero acostumbrar a todos los habitantes, cristianos, musulmanes, judíos e idólatras, a que me consideren su hermano, el hermano universal”. También nuestro Papa Francisco es un ejemplo de ello con su testimonio y su encíclica Fratelli tutti para promover la fraternidad universal, en la que propone la virtud de la amabilidad con actitudes concretas:
“La amabilidad es una liberación de la crueldad que a veces penetra en las relaciones humanas, de la ansiedad que nos impide pensar en los demás, de la urgencia distraída que ignora que los demás también tienen derecho a ser felices. Hoy en día, rara vez están disponibles tiempo y energía para tomarse el tiempo de tratar bien a los demás… Sin embargo, de vez en cuando se produce el milagro de una persona amable, que deja de lado sus preocupaciones y urgencias para prestar atención, ofrecer una sonrisa, decir una palabra de aliento, brindar un espacio de escucha en medio de tanta indiferencia. Este esfuerzo, vivido día a día, es capaz de generar esa sana convivencia que vence malentendidos y evita conflictos. El ejercicio de la amabilidad no es un detalle insignificante ni una actitud superficial o burguesa. Como presupone estima y respeto, cuando se convierte en cultura en una sociedad, transforma profundamente el estilo de vida, las
relaciones sociales, la forma de debatir y confrontar las ideas. Facilita la búsqueda de consensos y abre caminos donde la exasperación destruye todos los puentes” (FT 224). El cultivo de la amabilidad crea fraternidad, amistad social, solidaridad y las nutre en el día a día.
Queridos amigos, ¿queréis salir de aquí con el mismo propósito de Carlos de Foucauld, de sentir a cada ser humano, sin exclusión, como un hermano o una hermana? ¿Y de pedir como él pidió a un amigo: “Pídele a Dios que yo sea de verdad el hermano de todos”?
Testigos de la Alegría del Evangelio
En el salmo que proclamamos está esta exhortación: “Que las naciones canten de alegría”. ¿Qué canto es esto? ¿Qué alegría es esta? No es la alegría de la sonrisa artificial hecha para publicitar un producto o un efecto de maquillaje para parecer más bello o amable. Es una alegría que llena el corazón y brota de él: la alegría del Evangelio, del encuentro y de la amistad con Jesús Resucitado, de la vida nueva, de la fraternidad, del servicio a los demás, del compartir, de la paz. Esta alegría se hace espontáneamente Canto, como dice San Agustín: “Renovados por la gracia, cantamos el cántico nuevo”, el cántico de las Bienaventuranzas o del Magníficat de María. El Papa Francisco lo expresa muy bellamente:
“Como cristianos, no podemos ocultar que “si la música del Evangelio deja de vibrar en nuestras entrañas, perderemos la alegría que brota de la compasión, la ternura que nace de la confianza, la capacidad de reconciliación que encuentra su fuente en el hecho de saberse siempre perdonado-enviado.
Si la música del Evangelio deja de resonar en nuestros hogares,
en nuestras plazas, en nuestros trabajos, en la política y en la economía, habremos extinguido la melodía que nos desafiaba a luchar por la dignidad de cada hombre y mujer”, cerrándonos en lo "mío" y olvidándonos de lo "nuestro": la casa común que nos concierne a todos.
Si la música del Evangelio deja de sonar, habremos perdido los sonidos que llevarán nuestra vida al cielo, atrincherándonos en uno de los peores males de nuestro tiempo: la soledad y el aislamiento, la enfermedad que les llega a los que no tienen ningún vínculo y que se encuentra también en los ancianos abandonados a su suerte, así como en los jóvenes sin referentes ni oportunidades de futuro” (FT 277).
Es triste ver a un cristiano, sobre todo si es joven, sin alegría.
¿Qué dirán los no creyentes? Ciertamente, muchos dirán: si la fe no es motivo de alegría, entonces es mejor no tener fe. Sí, el anuncio del evangelio se hace con una sonrisa y no con tristeza. Os pongo dos ejemplos: San Francisco de Asís y San Felipe Neri. San Francisco, cuando se presentó ante el Papa Honorio III para presentarle los estatutos de la nueva congregación de los Hermanos Menores Franciscanos, comenzó a cantar y bailar ante el asombro de los cardenales y luego habló del testimonio de la “perfecta alegría”. San Felipe Neri cantaba, tocaba y organizaba coros juveniles, para su promoción y como medio de evangelización. ¡Era conocido como el santo de la alegría y del buen humor!
Por último, queridos jóvenes, quiero dirigiros una palabra de afecto y de aliento. En la exhortación del Papa Francisco “Cristo vive” hay una frase muy hermosa que recuerdo ahora para todos vosotros: “Si has perdido tu vigor interior, tus sueños, tu entusiasmo y tu generosidad, Jesús se te presenta como se presentó
ante el hijo muerto de la viuda de Naín, y con todo su poder de Resucitado, te dice: “Joven, yo te lo ordeno, levántate” (CV 20).
Esta palabra “Levántate”, la dice Jesús hoy y ahora a cada uno de nosotros. Y el Papa comenta: “‘levántate’ significa ‘despierta’ (a la vida), sueña, arriésgate, comprométete a cambiar el mundo, reaviva tus deseos, contempla el cielo, las estrellas, el mundo que te rodea. ¡Levántate y vuélvete quién eres!”
Queridos jóvenes, cada uno de vosotros puede responder a esta palabra de Jesús y comprometerse de todo corazón en la construcción de un mundo más verdadero y más hermoso para todos; donde todos somos hermanos en la fe y en la vida; donde nadie se salva solo; donde nadie queda atrás, olvidado, ignorado, abandonado; donde la paz prevalece sobre la guerra; donde la vida brota y es respetada de manera absoluta desde la concepción hasta la muerte; donde la Casa Común es realmente un lugar hermoso para todos. Cada uno, desde su corazón, responda si está dispuesto a seguir el camino…
Que María, madre de Jesús y madre nuestra, nos acompañe en este camino con su ternura y nos ayude a resurgir y a hacer resurgir a muchos otros, dándoles -con fe y amor- razones de vida y de esperanza. Con todo mi corazón, deseo que esto sea una realidad para todos vosotros. Eso es lo que le pido a Dios para cada uno de vosotros, bendiciéndoos de todo corazón. ¡Sed bendecidos para que seáis una bendición!
G.- Palabras de despedida del Sr. Arzobispo
Queridos Sr. Cardenal Enviado Especial, Sr. Cardenal Presidente de la Conferencia Episcopal Española, Nuncio,
Arzobispos y Obispos, sacerdotes, religiosos, religiosas, miembros de Institutos Seculares y laicos, Responsables y Colaboradores en la preparación de la PEJ, Autoridades, queridos y queridas jóvenes.
Las huellas que van configurando el camino de Santiago, un camino de purificación y de penitencia, de renovación y de reconciliación, son expresión del deseo de volver a Dios y de revitalizar las raíces de la fe apostólica. La Iglesia peregrina, celebrando la Eucaristía en memoria de Cristo, “descubre el misterio de aquel destino entregado en el amor por todos, y con ello descubre su propio destino”.
“¡Joven, levántate y se testigo! ¡El Apóstol Santiago te espera! Este ha sido el lema que nos ha servido en la preparación y en la realización de este Encuentro para definir e interpretar el contenido eclesial del mismo, buscando y orando, reflexionando y conviviendo en vuestra peregrinación y en esta Ciudad del Apóstol donde habéis buscado la luz de hoy con la de ayer hasta llegar a la plenitud de la luz que es Cristo. No ha sido un simple pretexto para anotar en la agenda de vuestra vida un acontecimiento más. Es un reto, una llamada, un encuentro providencial, que os compromete a ser testigos de Cristo, sabiendo de quien os habéis fiado. Conscientes de la pequeñez delante de Dios, habéis tenido el gozo de vivir la fe como comunidad de los que creen en Jesús y quieren dejarse conducir por su Espíritu a través de los caminos de Dios, recordando como dice san Juan de la Cruz, que en las cosas de Dios para ir a donde no sabemos, hemos de ir por donde no sabemos.
Hace más de mil años, la Tumba del Apóstol Santiago se convertía en referencia luminosa de la tradición apostólica para los pueblos de Europa. Generación tras generación ha venido
haciendo esta peregrinación penitencial. Los peregrinos, unos han ido viviendo en su propia condición la experiencia del hijo que retorna a la casa paterna y es perdonado por un padre lleno de ternura y misericordia; otros como los discípulos de Emaús, se habían puesto en camino abatidos por la desesperanza y la ausencia, y luego experimentaron una sensación llena de esperanza y de presencia, reconociendo al Señor al partir el pan. Otros que no tenían fe o que tal vez la dejaron marchitar, han tenido una ocasión singular para recibir el don de “Aquel que ilumina a todos los hombres para que puedan tener finalmente vida” (LG 16).
Llegamos a la meta de este encuentro. Peregrinasteis con vuestra ofrenda de gratitud y de súplica, trayendo las esperanzas y las pobrezas materiales y espirituales de nuestros días y deseando fortalecer vuestra fe, robustecer vuestra esperanza y avivar la caridad, afirmando la comunión eclesial con el Sucesor de Pedro, el Papa Francisco. Queridos y queridas jóvenes, la Iglesia os ama intensamente y os mira con esperanza. Sabe que la queréis y ella os quiere. Recorre con solicitud vuestros caminos. Con Santiago, Apóstol y Peregrino, somos convocados el año que viene a vivir la cercanía del apóstol Pedro en su Sucesor Francisco en la Jornada Mundial de la Juventud en Lisboa.
Esta Archidiócesis de Santiago de Compostela que os ha acogido con las puertas del corazón abiertas, se alegra con todos vosotros, recibiendo y agradeciendo el testimonio de vuestra fe, siempre viva y joven, y os agradece que hayáis participado en estas jornadas con entrega y generosidad. Sois una gracias especial de Dios dentro de las gracias jubilares de este Año Santo. Sabemos que Santiago es una meta de llegada para el hombre viejo y un punto de partida para el hombre nuevo.
Ahora toca levantar las tiendas, volver a casa, afrontar los compromisos diarios de vuestra vida, transformar vuestros ambientes con la fuerza del Evangelio y ser testigos de lo que habéis visto y oído, de lo que habéis vivido, dando testimonio de vuestra fe y razón de vuestra esperanza. Cuidad mucho la peregrinación de vuelta, sabiendo que si queréis ir de prisa, tal vayáis solos, pero si queréis llegar lejos, habéis de ir acompañados. Seguramente que el Apóstol Santiago os ha ayudado a calzar las sandalias de la esperanza. Para la Iglesia en salida que queremos ser, necesitamos estas sandalias nuevas. En nuestro renacer cristiano nos damos cuenta de que la Iglesia, no pendiente de su prestigio ni del reconocimiento de los hombres, sigue a Cristo crucificado y a él y a Dios Padre quiere darle gloria. Por eso, las sandalias nuevas de la Iglesia son las de la esperanza, porque nos facilitan el caminar, y “pisar” aclamaciones o rechazos al seguir a Jesús, sin desviarnos de la misión de nuestro servicio a los hombres. La esperanza cristiana nace del realismo de Jesús crucificado y resucitado. No es un optimismo virtual, ni un producto de marketing. Nos permite ver, desde Dios y no desde nuestros juicios, lo que hay que curar y darle plenitud en el mundo y en la Iglesia.
Muchas gracias al Papa Francisco que ha estado muy pendiente de este encuentro, gracias al Enviado Especial y miembros de la Delegación Pontificia, gracias a vosotros, queridos hermanos en el Episcopado, sacerdotes y miembros de vida consagrada por vuestro interés, preocupación y colaboración para que este encuentro de Jóvenes se realizara aquí en el contexto de este Año Jubilar Compostelano. Mi agradecimiento también al Secretario del Pontificio Consejo para los Laicos, al coordinador D. Raúl y
D. Javier, y a las personas del equipo que han colaborado a este
propósito, gracias a quienes estáis comprometidos en la pastoral juvenil, y a vosotros queridos jóvenes por haber querido participar en este encuentro, a nuestras autoridades y a los voluntarios, siempre tan necesarios y disponibles.
El segundo milenio comenzaba en Compostela invocando a María, como vida, dulzura y esperanza nuestra. También nosotros, en el tercer milenio, peregrinando con el apóstol Santiago y haciendo memoria de su ardor apostólico y de su fe intrépida, saludamos con los ecos de la Salve a María suplicándole que nos muestre a Jesús, fruto bendito de su vientre. ¡Feliz peregrinación de vuelta a vuestros lugares de procedencia! ¡Llevad el saludo afectuoso de esta Iglesia compostelana que guarda piadosamente la memoria y la tumba del Apóstol Santiago!
¡Ultreia! ¡Esuseia! ¡Arriba y Adelante! ¡Muchas gracias!
7.- PAPA FRANCISCO
El Papa Francisco, en el rezo del Ángelus del 7 de agosto, se refirió a la Peregrinación de Jóvenes con estas palabras:
Hoy es la jornada culminante de la Peregrinación Europea de los Jóvenes a Santiago de Compostela, aplazada desde el año pasado que fue el Año Santo Compostelano. Con alegría bendigo de corazón a cada uno de los jóvenes que han participado, y bendigo también a los que han trabajado para organizar y acompañar este evento. Que vuestra vida sea siempre un camino:
¡un camino con Jesucristo, un camino hacia Dios y hacia los hermanos, un camino en el servicio y en la alegría!
8.- POST PEJ
El 24 de septiembre, se volvían a reunir los jóvenes que participaron como voluntarios en la PEJ 2022. El encuentro se celebró en el Seminario Menor de Santiago. En él, los chicos y chicas rememoraron su experiencia y compartieron recuerdos de lo vivido durante esos días de agosto.
Pero también se buscaron maneras de animar y mantener a estos adolescentes y jóvenes a seguir implicados en la vida pastoral de nuestra Iglesia y a participar en la próxima JMJ Lisboa 2023, el verano que viene.
También hubo tiempo para tener un momento intenso de adoración delante de Jesús y celebrar la Eucaristía, presidida por el Sr. Arzobispo.