Acaba de terminar el periodo de sesiones del sínodo diocesano. Durante cuatro años la Iglesia compostelana ha reflexionado sobre su ser y su actuar, buscando ser cada vez más fiel al evangelio, sabiendo que el evangelio ha de ser buena noticia para las gentes de nuestra tierra y nuestro tiempo.
En las propuestas formuladas por las parroquias y otras comunidades, se nos hablaba de una Iglesia:
-menos clerical y más corresponsable, abierta a la voz y la participación de todos sus miembros;
-menos centrada en sí misma y sus problemas, para estar más abierta al mundo y a su misión;
-menos preocupada de su honor y más volcada en honrar al Señor que sale a su encuentro en los más necesitados;
-que antes de ser maestra, sepa ser discípula, en el seguimiento de la palabra y el ejemplo de Jesús;
-que antes de ofrecer respuestas sepa escuchar las preguntas que el mundo le dirige.
Fruto de los trabajos sinodales han sido cinco documentos que buscan:
-
Organizar la atención pastoral de forma más adecuada a los cambios demográficos, promoviendo unidades pastorales que agrupen varias parroquias.
-
Mejorar nuestro modo de vivir y transmitir la fe.
-
Promover un mayor sentido de corresponsabilidad entre todos los miembros de nuestra Iglesia, en lo pastoral, lo administrativo y lo económico.
-
Revisar nuestras celebraciones, para que sean cada vez más una celebración viva de una fe comprometida.
-
Impulsar una mayor conciencia social en nuestra diócesis en distintos ámbitos: cultural, educativo, político, económico, comunicativo… con una especial atención a las personas social y económicamente más débiles.
Toca ahora poner en práctica estos proyectos, sabiendo que no siempre será fácil, pero contando con la esperanza que nos anima, con el Espíritu que nos impulsa a manifestar al mundo el amor misericordioso de Dios que se ha manifestado en Jesucristo.