“Con un mismo amor y un mismo sentir”
Queridos diocesanos:
El 4 de diciembre conmemoramos en la Diócesis el Día Internacional de las Personas con Discapacidad. Vivimos en unas circunstancias en las que da la impresión de que la clave de interpretación de nuestra vida es “sálvese quien pueda” y que cada uno se arregle según sus posibilidades, olvidando la cultura del bien común. Esta forma de proceder está lejos de la actitud de acompañar y sentirnos acompañados viviendo “con un mismo amor y un mismo sentir”, como nos recuerda el lema diocesano de esta jornada. San Pablo escribe a los filipenses: “Si queréis darme el consuelo de Cristo y aliviarme con vuestro amor, si nos une el mismo Espíritu y tenéis entrañas compasivas, dadme esta gran alegría: manteneos unánimes y concordes con un mismo amor y un mismo sentir. No obréis por rivalidad ni por ostentación, considerando por la humildad a los demás superiores a vosotros. No os encerréis en vuestros intereses, sino buscad todos el interés de los demás” (Fil 2,1-4). Este texto paulino nos ofrece la perspectiva de nuestra actuación cristiana con los demás y de manera especial con las personas discapacitadas. Escribe el papa Francisco: “Tengan el valor de dar voz a quienes son discriminados por su discapacidad, porque desgraciadamente en algunas naciones, todavía hoy, se duda en reconocerlos como personas de igual dignidad”1.
Pasos a dar
En este sentido, ha de ser responsabilidad de la sociedad civil y de la Iglesia, en concreto de la comunidad parroquial, que ninguna persona se sienta excluida directa o indirectamente. El camino hemos de recorrerlo juntos. Ha de ser preocupación de todos salvar aquellos obstáculos y suprimir aquellas barreras que impidan conseguir este objetivo, aceptando a toda persona como es y sabiendo que tiene los mismos derechos fundamentados en la integridad de la dignidad humana. Esto conlleva que las personas discapacitadas puedan tener accesibilidad física, sensorial y cognitiva en cualquiera de los encuentros en que deseen participar. Complicarnos la vida por los demás es vivir la pasión por el hombre y esto nos permite descubrir quiénes somos, por qué existo y lo mucho que puedo hacer.
El realismo del Hijo de Dios hecho hombre
La encarnación histórica del Hijo de Dios es sorprendente, superando nuestras previsiones. El anonimato, el pesebre, la pobreza de unos vulgares pañales, la condición del hijo del carpintero, el hijo real de María, el desprestigio humano de verse sin hogar en la convivencia social: estos aspectos son de un gran realismo que no podemos ignorar si queremos transformar la realidad en que nos encontramos. Cristo constituye siempre el reto definitivo de la vocación a la autenticidad para el hombre según Dios y el fiel cumplimiento de la vocación a la que ha sido llamado: vivir la filiación con Dios y la fraternidad con los demás2. Ser cristiano es tomar conciencia de que “el Padre nos eligió en Cristo antes de la creación, para que fuésemos santos e inmaculados ante él por el amor, y nos predestinó a la condición de hijos adoptivos suyos por Jesús para alabanza de la gloria de su gracia” (Ef 1,4-6). Ciertamente sólo Él da la esperanza para que la vida no se vea inmersa en la insignificancia. Pero la esperanza es inseparable del amor solidario. “Vivir en la caridad es pues un gozoso anuncio para todos, haciendo creíble el amor de Dios que no abandona a nadie”.
Os animo a todos a vivir esta Jornada en nuestra Diócesis, ofreciendo un mensaje de esperanza a las personas con discapacidad. Os saluda con afecto y bendice en el Señor,
+ Julián Barrio Barrio,
Arzobispo de Santiago de Compostela.