“Un niño misionero siempre dice: ¡Gracias!”
Queridos niños y niñas:
Este 24 de enero la Iglesia dedica de manera especial su atención a la Infancia Misionera con el lema: “Gracias”. Esta palabra es bien conocida por todos vosotros. Ya de pequeños nuestros padres, sabiendo de la importancia del agradecimiento, nos advierten cuando recibimos algo, ¡qué se dice! Y espontáneamente decimos ¡gracias! La gratitud es algo que debemos manifestar constantemente pues conlleva reconocer lo que los demás siempre hacen por nosotros y de esta manera considerar lo que nosotros podemos hacer por los demás. La gratitud brota al reconocer lo que hemos recibido y estamos recibiendo. Vosotros como pequeños misioneros de Jesús, podéis compartir con otros niños a través de la oración y de vuestras aportaciones el don de la fe que habéis recibido y las posibilidades económicas que tenéis y que otros niños necesitan, dadas las difíciles circunstancias en que se encuentran.
Los misioneros viven esa entrega radical a los demás transformando su existencia en un canto de agradecimiento. También ellos proclaman la grandeza del Señor que mira nuestra pequeñez poniéndola al servicio de los demás como manifiesta la Virgen María. De este convencimiento brota espontánea la palabra ¡gracias! Ayudar es siempre posibilitar que alguien pueda decir ¡gracias! Me alegra escribiros con este motivo y deciros que no os canséis de agradecer todo lo que de Dios hemos recibido como el don de la creación descubriendo la belleza de la misma, el don de la vida que nos ha sido dada para gloria de Dios y servicio a los otros, el don de la fe proclamando que Dios es nuestro Padre revelado en su Hijo Jesucristo y el don de ser pequeños misioneros que anuncian la bondad de Dios, dándole generosamente gracias y bendiciendo siempre su nombre.
Cuando todavía oímos los ecos del portal de Belén donde nació el Hijo de Dios hecho hombre, os ofrezco estas hermosas palabras del papa Francisco dirigidas a vosotros cuando dice: “Los niños nos recuerdan que todos, en los primeros años de vida, hemos sido totalmente dependientes de los cuidados y de la benevolencia de los demás. Y el Hijo de Dios no se ahorró este paso. Es el misterio que contemplamos cada año en Navidad… Es curioso, Dios no tiene dificultad para hacerse entender por los niños, y los niños no tienen problemas para comprender a Dios… Por lo tanto, los niños son en si mismos una riqueza para la humanidad y también para la Iglesia, porque nos remiten constantemente a la condición necesaria para entrar en el reino de Dios: la de no considerarnos autosuficientes, sino necesitados de ayuda, amor y perdón. Y todos necesitamos ayuda, amor y perdón”. Esto ha de llevarnos a ser agradecidos y a decir constantemente gracias, no olvidando nuestra condición de misioneros, llamados a ofrecer la alegría del Evangelio a todos. Compartamos con los demás el gozo y la responsabilidad de ser misioneros de Jesús mediante la oración y la colaboración económica.
Queridos niños y niñas diocesanos, os saludo con todo afecto, pidiendo la bendición del Señor para vosotros y para vuestra familia,
+ Julián Barrio Barrio, Arzobispo de Santiago de Compostela